viernes, 19 de julio de 2019

Qué puedo hacer (21)

VIERNES
Voy con I. al concierto de Nacho Vegas, con pocas expectativas acerca de la calidad del directo. No obstante, el genio asturiano me da una valiosa lección: la actuación es impecable y yo me lo paso como un enano. Una prima de I., que se ufana en sus pequeñas demostraciones de poder, nos consigue una entrada para el backstage y me saco una foto con el cantante, que a esas alturas se halla en un estado lamentable. La surrealista escena termina conmigo caminando junto a Nacho por el Paseo del Salón durante unos minutos, sin dirigirnos la palabra, temeroso yo de romper su onirismo. En ese momento recuerdo por qué aborrezco conocer a las personas que admiro artísticamente. Mi ausencia de mitomanía resulta, paradójicamente, una forma de protección del mito. 

LUNES
Ya de vuelta en Logroño, un triple milagroso de Carroll al Barcelona me otorga el valor necesario para incluir mi poema preferido de William Blake, El tigre, en una crónica deportiva. Aunque si J.M. DeMatteis se atrevió a hacerlo en La última cacería de Kraven -probablemente una de las mejores tres sagas de la historia de Spiderman, un héroe cuyo éxito deviene más de la rutina del personaje que de momentos puntuales-, por qué no iba a tener cabida, me digo. El resultado me deja bastante contento, aun sin poder llegar a compararse con la obra de arte comiquera. 

VIERNES
El Madrid se proclama campeón de liga de baloncesto mientras estoy de guardia en Alberite, pero el adjunto me cubre las dos horas del partido. Por la noche me quedo hasta las tantas elaborando la crónica. Nunca he trabajado más que en estas semanas desde que me instalé en La Rioja, aunque claro, sarna con gusto no pica. 

DOMINGO
El fin de semana en la selva de Irati me oxigena el cuerpo y la mente. Me encuentro tan a gusto con M. que mi verborrea casi la sepulta. Ella asegura que no le importa. No lo tengo tan claro. 

LUNES
Historias de Nueva York se trata de una película irregular. La historia de Allen tiene un componente divertido, pero el absurdo excesivo de la trama me termina por saturar. La perpetrada por Coppola me resulta un pestiño infame de principio a fin. Mi preferida es la de Scorsese, con un extraordinario Nick Nolte en el papel de un artista torturado y patético en sus miserias sentimentales. A priori, un 33% de disfrute no parece gran cosa, mas en un universo donde la mediocridad pretenciosa reina a espuertas, supone un porcentaje considerable desde el punto de vista cuantitativo -si no, que le pregunten a los discapacitados-. La vida consiste en un constante reajuste de las expectativas, concluyo.

MARTES
Tarde en la piscina de C. Por la noche acabo el pseudoensayo de Stephens-Davidowitz, al que llegué, como tantas otras veces, gracias a Arcadi. Promete mucho más de lo que ofrece, aunque deja algunas pinceladas curiosas sobre estadísticas de búsquedas pornográficas. Por el contrario, el comienzo del librito de Judith Duportail sobre Tinder regala agudas ocurrencias y una descripción de la intimidad, con sus inseguridades, realmente certera. Lo apunto para futuros regalos y me acuesto pronto, antes de mi guardia de Urgencias.

VIERNES
En la cena del Colegio de Médicos estoy casi siempre fuera de sitio, salvo cuando comparto espacio con H. Sin dramas, alardes, intensidades ni estridencias, se trata de una comodidad basada en la naturalidad. Tan extraña como real.

MIÉRCOLES
Como a Pla, cuando los quehaceres me abruman me sumo en la improductividad, de modo que arrastro a M. y a J. a salir de copas un miércoles por Logroño, como si nuestra vida se tratase de un monólogo de Goyo Jiménez. Antes de marcharme y dejarlos abandonados a su suerte, organizo una celebración de cumpleaños para I., sin I., en una genialidad táctica sin precedentes. 

SÁBADO
Si la disyuntiva para el fin de semana está entre homosexuales y encierros con toros, lo tengo claro. Y, en cuestiones de ocio, el acierto en mis elecciones es absolutamente antagónico respecto a las laborales. Mi mañana en Madrid en el día del Orgullo lo tiene todo, incluyendo un almuerzo con P. y su novia con tertulia sobre feminismo y Venezuela. Esto es, un almuerzo como en los tiempos de la universidad, el Paraíso perdido que describía Milton. Por la tarde me reúno con C., I. y H., y el cansancio y hastío de las dos primeras nos dejan a solas. Charlamos casi al descuido, hasta que los acontecimientos se precipitan y acabamos besándonos durante horas, como en una canción de Los Brincos. Mi mente desea pensar que sus dudas pivotan en torno al comprensible miedo a la felicidad cuando ésta te coloca en la ley del todo o nada, y no vienen motivadas por ninguna otra razón. Se avecinan días de espera. Acostumbrado a la apatía, toda una montaña rusa para mi espíritu.

MARTES
Conversación con H., en la que nada queda resuelto del todo porque algunas digestiones son pesadas, pero la atmósfera es plácida, como siempre. Me muestro generoso sin que eso suponga ninguna cesión por mi parte, y creo que acierto al expresarme. Al despedirnos flota en el aire una tensión inconcreta cuya vibración casi se puede escuchar.

SÁBADO
Después de una semana repleta de guardias, el viaje a Hondarribia y Hendaya me viene bien, aunque ando algo sumido en mis pensamientos. Por la noche vuelvo a ejercer de payaso carismático, el Pablo superficial de tantas veladas, que es capaz de salir con gracejo hasta cuando le insultan por madridista. El reggaetón posterior a la cena me ayuda a evadirme un poco, y los curiosos miran con estupor mis bailes con C., confieso que algunos de ellos al nivel de la escena introductoria de La Gran Belleza, esa Dolce Vita del siglo XXI. Sin embargo, me abstengo de ironizar sobre la timidez de los vascos y los sketches de Vaya Semanita. Estoy madurando.

DOMINGO
Me paso el día abstraído leyendo prensa en el móvil, tanto en San Juan de Luz como en el viaje de regreso. Acabados El País, El Diario, El Mundo, El ABC, y La Vanguardia, termino en Vanity Fair, donde me topo con el titular de una entrevista a Ana Belén: "Ya no me siento comunista". Suspiro. Siempre tan bella como sinvergüenza. 

MIÉRCOLES
Tarde de cine con H. Somos un poco como dos adolescentes, y a ambos nos hace gracia y no lo evitamos. La gente que pasa a nuestro alrededor y lanza alguna mirada hace que, al volver a casa, piense en el amor. Contemplado desde fuera, objetivamente se trata de algo ridículo, igual que el sexo -un hombre montando a horcajadas a una mujer-, mientras que, desde dentro, resulta fascinante y cargado de sentido. Todo ello a pesar de su innegable condición lúdica; uno se lo toma con la misma seriedad con que un niño se toma sus juegos. 

Ambos enfoques me parecen parciales e incompletos, y rotan alrededor del eje de la solemnidad. El amor es ridículo desde fuera porque, lejos del simbolismo y la química, se antoja sobredimensionado y poco solemne -"pero míralos cómo se comen el uno al otro, qué exageración"-. Y resulta pleno desde dentro porque en ese momento te colma, convirtiéndose en demasiado solemne -de ahí derivan luego los sufrimientos o las toxicidades, querer que nos necesiten, etc.-. 

El amor lúcido sería el que te colma sin que la solemnidad te pringue. Se necesita cierta distancia, pero eso es limitante en cuanto a intensidad, y por tanto contraproducente. Al principio me gusta ese concepto de amor en dosis exactas, pero luego lo desecho con una mueca de irritación. Me resisto a pasarme la vida calculando cuadraturas del círculo.

jueves, 13 de junio de 2019

Qué puedo hacer (20)

JUEVES
V. se desvía hacia Logroño en su travesía a Santander solo para verme. Mi gratitud es infinita, de modo que los saco, a él y a su novia, a explorar la calle Laurel. Al hallarme de saliente, mis legendarias facultades como conversador se ven menoscabadas, y perdemos demasiado tiempo hablando sobre rutinas hospitalarias y ejemplos de mala praxis de compañeros. Muy al final se tocan temas existenciales, que con V. inevitablemente desembocan en un improvisado comentario de la actualidad política. Sonrío para mí al comprobar que el tiempo no parece haber pasado, y cuando nos despedimos me hundo un poquito ante la certeza de que, en realidad, sí que ha pasado. 

VIERNES
Tras dos años sin recibir visitas en mi exilio -excepción hecha de G.-, de repente acumulo dos en dos días consecutivos. Como esos delanteros que, después de no ver puerta en diez jornadas, se destapan y ya no paran hasta ser pichichis. Por supuesto, en términos de amistad, I. constituye uno de los mejores goles que anotaré en mi vida. 

El fin de semana transcurre plácido, y me congratula comprobar que, por una vez, estoy a la altura de las circunstancias. A pesar de todo lo que hacemos, me percato de que lo que más recarga sus pilas es mi compañía silenciosa. Lo que, lejos de disminuir mi autoestima como anfitrión, la aumenta como refugio. Algo, no cabe duda, muchísimo más importante. 

MARTES
Ni siquiera la presencia de un mamarracho saboteador en mi última guardia de Urgencias de mayo empaña la felicidad de que no pisaré semejante hoyo infecto durante tres semanas. 

VIERNES
Fin de semana en Madrid con miles de planes, difícilmente podrá el castellano ofrecerme una palabra a la altura de lo que supone para mi ánimo. En Dinamarca se emplea el término hygge para describir una felicidad sustentada en tres pilares: entorno cómodo, comunidad afín y comidas y bebidas. Siempre certeros, los nórdicos. Ya me lo decía V. antes de mudarse de Copenhague a Bruselas. 

V., C., J., J., P., ... Todos tienen un aspecto fabuloso, y la cena del primer día fluye entre risas y anécdotas, en una atmósfera tan relajada que hasta una circunstancia tan siniestra como un voto a Vox se convierte en una coartada para la chanza. El convite acaba en un reservado pijo -perdón por la redundancia-, con mi amigo C., radiólogo de cuarto año, conteniendo la carcajada ante la petulancia ridícula que caracteriza a las estudiantes de nuestro gremio ("Yo es que estudio Medicina, ¿sabes?"; alguna se lo hubiese recalcado al mismísimo Ramón y Cajal), y con el improvisado crack agregado al grupo literalmente caído por los suelos ante una polaca, como Pepe contra Lewandowski en aquella infausta noche en Dortmund en 2013. El sol se halla bien arriba cuando por fin cierro los ojos, pero la curva de mi sonrisa llega mucho más alto. 

SÁBADO
El sainete alcanza categoría de esperpento cuando cruzamos los secarrales de Brunete en una furgoneta repleta de armas, una mezcla entre Los Mercenarios y Amanece que no es poco. Los disparos bajo un calor asfixiante deben de constituir alguna especie de alegoría sobre la masculinidad que el sudor -o acaso cierta vergüenza culpable- no me deja concretar. Mi habilidad como tirador no es excelente, aunque me permito un momento de euforia al ganar junto a C. el último juego.

El toque surrealista de mi tarde se incrementa exponencialmente por la noche, de nuevo en una discoteca. Toda mi vida he escuchado advertencias por parte de mis referentes en el periodismo acerca de que escribir en un periódico no aumenta tus credenciales para la seducción del sexo opuesto. Visto lo visto, me temo que, una vez más, el mayor éxito del diablo consiste en convencer a todos de su inexistencia. El resultado final es lo de menos, da igual que el escarceo se materialice en un polvo comme il faut o en un mero restregón casi adolescente: lo que cuenta es la intención. Como con un pase de Guti o con el comunismo, las dos grandes utopías humanas. 

DOMINGO
Me topo con Jabois en una caseta de la feria del libro, y charlamos con una confianza injustificada y maravillosa. Él da por hecho que soy periodista, yo no me atrevo a desmentirlo del todo y el encuentro queda registrado para la posteridad en una dedicatoria mucho más íntima de lo que parece. Las horas posteriores con P. e I. suponen la rúbrica perfecta para que, en el bus de vuelta a La Rioja, me afane en cuadrar de inmediato las fechas para una próxima bajada. 

LUNES
Paseo con una inquieta E. y a continuación veo Rocket Man con H., en la sesión nocturna. La película me resulta muy entretenida, y, como siempre, nos reímos bastante con nuestras bufonadas compartidas. Queda de manifiesto que ambos formamos un tándem estupendo para ir al cine. Algo nada baladí, aunque evito darle más vueltas. 

MARTES
Por primera vez en años, vuelvo a soñar con L. Los besos que nos damos tienen una importancia psicoanalítica relativa, probablemente agradables vestigios del ardoroso finde previo. Sin embargo, la música que suena de fondo en la onírica escena, Rock and Roll suicide de Bowie, me sobrecoge ligeramente. Se trata -ah, pérfida conciencia- de una de esas canciones que no pude volver a escuchar sino hasta muchos meses después de nuestra ruptura. Y que, a base de evocar una suma de momentos precisos, abarca una relación entera, incluso distinguiendo entre etapas gracias a la letra y a una melodía que acelera su ritmo. Un comienzo suave, de gestos envueltos en un coqueteo elegante (you pull on your finger, then another finger, then your cigarette), un vínculo cada vez más afín y cómplice (don't let the sun blast your shadow), a cada compás menos impostado, y, finalmente, el surgimiento de una fascinación basada en la naturalidad, que se va atropellando, presa del entusiasmo, hasta derramarse a gritos, mi boca dentro de la suya, en una fría noche de otoño, You are not alone, gimme your hands cause you're wonderful

Y, entonces, un final abrupto que te deja sediento. Una canción de tres minutos que pedía, como mínimo, seis o siete. La vida.

JUEVES
Lisboa, prueba evidente de la belleza que esconde cierta decadencia -como se empeña en recordarnos mi querida M. a cada paso-, combina monumentos señoriales con ruinas aún más morales que estéticas. El carácter heterogéneo de las piezas que configuran el agregado arquitectónico se me antoja comparable a la diversidad presente en el grupo de compañeros que hemos conformado esta pandilla viajera. Rematadamente distintos, apenas un hilo común nos sostiene. Y, pese a todo, la paella no sabe mal. La serendipia también tiene cabida en el terreno de las amistades.

MARTES
Termino la novelita El bigote, de Carrère, y mi recorrido por las carreteras del Algarve coincide con la huida hacia delante del protagonista para no afrontar su locura, lo que me deja una sensación extraña, como si de alguna forma el sur de Portugal resultase mi propia huida de la rutina logroñesa. Afortunadamente, un paseo de tres horas por Sevilla me borra de la cabeza estas identificaciones excesivas, probablemente fruto de mi falta de sueño. Los próximos días en Granada me tonificarán: el mes está siendo glorioso. 

miércoles, 22 de mayo de 2019

Qué puedo hacer (19)

MARTES
Viajo al pueblo, y me sorprende la lucidez que mi abuelo aún conserva, probablemente gracias a la nueva medicación que le pautó el médico de familia. Echo la vista atrás y concluyo que debe de tratarse de la única alegría auténtica que me ha aportado la medicina en los últimos dos decenios. Mi celebración particular es una partida de cartas con él en la que me dejo ganar. Somos dos hombres de gustos sencillos. 

VIERNES
Cena con I. Me preparo para la cita concienciándome acerca de mi papel de envase de lágrimas y desahogo de penas, pero, una vez más, ella da una lección de entereza. Ya desde el primer momento, rostro sonriente que viene a mi encuentro por la Avenida de la Constitución, la atmósfera se diría bucólica. 

Cuando estoy con I. me transporto inevitablemente a mis años universitarios, ríase usted de la Edad de Oro del cine español. Importa poco que la conversación gire en torno a nostalgias o histrionismos. La banda sonora perenne es Alegrías del incendio, de los Planetas. Al despedirnos, promete que me visitará en Logroño, así que regreso radiante a casa, y, por primera vez en semanas, duermo como un tronco.

DOMINGO
Mi madre llora mi partida al norte. Y eso que en mi familia no ven Juego de Tronos.

Durante el trayecto en autobús le meto un empujón al libro de filosofía que explica, de manera más compleja de lo que a mi cartesiano cerebro le gustaría, los entresijos de Heidegger, Wittgenstein, Benjamin y Cassirer. Por la noche, risas improvisadas con H. viendo la segunda parte de Sexo en Nueva York. Como dijo Whitman: "soy grande, contengo multitudes".

MARTES
Me estreno publicando en un periódico digital con un texto gracioso sobre Messi, los madridistas de mi generación y unas referencias literarias -un tanto forzadas- a García Márquez. Horas después, Don Fútbol, como si quisiera agradecerme mis intentos de ennoblecerlo verbalmente, me recompensa con una soberana paliza del Liverpool al Barcelona que elimina a los culés de la Copa de Europa. Si hace una semana la medicina me otorgaba el primer obsequio en lustros, las dádivas periódicas del fútbol se caen, generosas, por los márgenes del inventario. Las comparaciones son odiosas. 

DOMINGO
Fin de semana con M. y M. Nos da tiempo a una excursión por el País Vasco, aguantar las imbecilidades de un calvo, decepcionar las ganas de M. de jarana, contar alguna historia secreta comiendo ensalada (menos calorías que los asados tradicionales en las hogueras, el signo light de los tiempos) y ver un documental sobre el franquismo. Puros días de verano, solo que a principios de mayo. Y habrá quien niegue el cambio climático. 

MIÉRCOLES
En mis mañanas en Preventiva ejerzo poco menos que de administrativo, apuntando datos para el estudio EPINE. Acaso esta rutina de oficinista cuadre con mi nueva condición de columnista en un diario. Concluyo que mi vocación de escritura nunca se había visto tan realizada como ahora, y sonrío al comprobar mi propia insignificancia. Dejo llevar la mente y al poco me encuentro fantaseando con que me hacen una entrevista y yo juego a soltar, con voz engolada, boutades deliberadamente ridículas ("Dice que usted nunca lleva reloj" "La verdad es que el paso del tiempo me resulta aterrador"). 

En un repentino alarde de productividad, me acerco a secretaría y renuevo mi contrato con el hospital, como esos Pokémon que se hallan tan confusos que se hieren a sí mismos.

VIERNES
El CSKA elimina de mala manera al Madrid de la Final Four y yo tengo guardia de Urgencias al día siguiente. Luego que si me obsesiono con las metáforas y el simbolismo.

SÁBADO
A pesar de ir mentalizado con que la guardia constituiría una mezcla entre Cannas y Vietnam, no consigo evitar que me invada la furia cuando no podemos dormir siquiera un rato por culpa de la vagancia, a costa del presupuesto, de la que hace gala el adjunto mamarracho de siempre. Si se observa su aspecto físico y su vida más de cerca, se colige que en el pecado lleva la penitencia. El mundo, que no suele ofrecer, por desgracia, castigo a quien lo merece, en este caso parece que intenta compensar tanta iniquidad gratuita.

LUNES
La nueva novela de Jabois, Malaherba, trae su inconfundible aroma, además de un puñado de aforismos que son trufas y una emotividad nada impostada. Pese a todo, no termina de llenarme en comparación con el resto de su obra, sobre todo periodística. Después veo Delitos y faltas con menos expectativas y descubro inesperadamente una obra maestra: un Match Point pero con más finezza. Mi vida aquí es la de un divorciado, pero un divorciado culto. 

MARTES
L. está triste por una cuestión volumétrica: su espíritu y sus inquietudes son tan grandes que no caben en una rutina tan pacata como la logroñesa. Intento hacerle ver que ese problema, aunque la acompañe toda su vida, ratificará su excepcionalidad. El desarraigo supone la contraparte ineluctable de la no vulgaridad.

Creo que me resultaría difícil quererla más. 

sábado, 27 de abril de 2019

Qué puedo hacer (18)

DOMINGO
Hacía demasiado tiempo que no me encontraba inerme, y, por primera vez en años, me resulta difícil rellenar las horas libres del día con contenido intelectualmente productivo. Decido refugiarme en el cine y aprovechar para completar, siquiera mínimamente, mi cultura construida a retazos. La elección de Rashomon lo tenía todo para gustarme, a excepción de mi prejuicio antijaponés: reflexión sobre la verdad y sus múltiples perspectivas, director de prestigio que al fin iba a tachar de mi lista de carencias y una trama estimulante con una duración adecuada. 

Por supuesto, todos estos argumentos terminan yéndose por el sumidero. Los prejuicios suelen tener mala fama, pero a veces están claramente infravalorados. 

MARTES
De una manera más inteligente, me dejo de experimentos y recurro a un antídoto de comprobada eficacia. Muerto deportivamente el Madrid este año, sé que el cine italiano no me fallará, sobre todo si se trata de una película como Cinema Paradiso, que nunca he visto de corrido pero cuyos fragmentos me anticipan confort. 

Tornatore utiliza trucos sentimentales un punto burdos, y el film incurre en una perpetuación de los roles de conquista con un sabor añejo, casi rancio. Pero el aroma de lo tradicional, de esa época, de la vida en el pueblo, resulta un valor estético demasiado poderoso. Si además la narración gira en torno al paso del tiempo, el descubrimiento de la vida y los puntos de inflexión, no puedo evitar el complacido aplauso. Hay melodías que a mí siempre me van a sonar bien. Las que evoquen un recuerdo compartido, y, por encima de eso, sean veraces.

JUEVES
Vidas líquidas, de Bauman, tiene muchas reflexiones interesantes. Le doy vueltas a la disyuntiva entre libertad y seguridad (todos queremos ambas, a pesar de su naturaleza inversamente proporcional), y los sentimientos aparejados a cada elección en la balanza. La seguridad reduce la espontaneidad, la sorpresa, el componente, probablemente ficticio, de aventura. Pienso en mi vida amorosa hasta anteayer, como quien dice: correcta, austera, razonablemente provista según mis necesidades de cada momento, estable. Una economía planificada centralmente, con sus estrategias quinquenales. Eficaz, tediosa y apática. Una de las escasas certidumbres en la sopa de dudas de mi existencia. La errática apertura al caos, acontecida recientemente contra todo pronóstico, equivaldría al grito de auxilio de los jóvenes prooccidentales de la Praga de 1968 o al aperturismo soviético de los noventa. Hartos de seguridad, estómagos saciados, aspiraban a las incertezas (cambiar para no repetir) de la libertad. Ignoro si en mi caso la cosa acabará como en Checoslovaquia o con una perestroika particular. Pero es una novedad, y constituye en mi ánimo un escenario de imprevisibilidad, casi olvidado. Entraña un riesgo, qué duda cabe, y, como tal, puede evocar actitudes y respuestas ambivalentes. Aunque sin riesgo no hay posibilidad alguna de ganancia o triunfo. 

Realizar una interpretación individualista de un libro que trata de analizar críticamente los comportamientos sociales excesivamente individualistas de nuestro tiempo no sé si supone una redundancia, una paradoja o el mayor homenaje que podía brindarle a Bauman, en forma de quod erat demonstrandum.

SÁBADO
Segundas partes nunca fueron buenas, y la sidrería en Hernani 2.0 está a punto de ser destruida por un tsunami dramático generado kropotkinianamente (cada cual según su capacidad y necesidad) por mis compañeros. Lo único bueno es que en medio del maremágnum adolescente mi frustración pasa bastante desapercibida. 

MARTES
Conversación seria con H., que está ligeramente alicaída. Rato estupendo, aunque todos mis propósitos de enmienda quedan diluidos. Soy consciente de que el cripticismo es excesivo, pero no es un tema sencillo. Me paso la vida intentando rellenar este dietario otorgándole contenido simbólico a lo banal y luego soy incapaz de explayarme con lo que lo merece, para no dejar huella. De frenopático.

MIÉRCOLES
El jefe de Alergología me despide de la rotación con un abrazo. Son días raros. 

VIERNES
Tarde con M., en la que escucha impertérrita mis soliloquios, deliberadamente irónicos, acerca de las actitudes amorosas de la gente de izquierdas y de derechas, mientras duda si darle una oportunidad a un tipo. M. tiene la suerte y a la vez la desgracia de estar muy por encima de los platos que le va ofreciendo Cupido, que más que un ángel parece en su caso un camarero maleducado. Consecuencias inevitables derivadas de su admirable integridad, me temo.

MARTES
Hago cola tras una fila interminable de fascistas para entregar las copias de mi pequeño relato jaboisiano. Me presento a un concurso literario cuatro años después. Ni la temática ni el estilo son los adecuados para el certamen que he encontrado, pero mis motivos son en buena parte terapéuticos, de modo que paso por encima de la vocecilla que me chilla que se trata de una pérdida de tiempo. 

SÁBADO
Jornada de reflexión. Hay mucho de impostación en el alarmismo con el que se viven las elecciones de mañana. No niego su importancia, por supuesto, solo subrayo lo esteticista de mucho lamento, propio del narcisismo inherente a la sociedad del espectáculo y las redes sociales, pleonasmo. Los que verdaderamente van a sufrir, de momento se dan menos golpes preventivos en el pecho. 

De todos modos, el pasaje a Granada ya está sacado, por si las moscas.

sábado, 6 de abril de 2019

Qué puedo hacer (17)

MIÉRCOLES
Termino Cuatro amigos, de David Trueba. La parte final resulta simpática, pero no puedo obviar el asco profundo que me embarga la primera mitad de la novelita, singularmente el tratamiento pretendidamente humorístico del consumo de prostitución. Ignoro si el feminismo me ha hecho menos tolerante, en cualquier caso no me arrepiento de despreciar algunos párrafos absolutamente impresentables. Comparados con otro tipo de misoginia, como la que desprende Serotonina, otra de mis recientes lecturas, hieden a letrina. Aunque supone a todas luces una injusticia identificar la compasible, casi elegante, desgracia de Houellebecq con los gruñidos simiescos de una pseudomanada avant la lettre.

SÁBADO
Miro certámenes literarios, buscando en qué bases puedo encajar mejor. En la vida hay dos tipos de artistas: los que quieren hacer algo bueno y los que quieren que lo que ellos hacen sea considerado bueno. Adaptarse al mundo o adaptar al mundo. La clase de reflexión contraproducente para ganar doscientos euros por la vía rápida.

LUNES
Condicionado por mis prejuicios tras lo insulso de Rendición, empecé Tokyo ya no nos quiere con una mueca de hastío ante su carácter deslavazado, y acabo devorando los párrafos como si fueran pasteles de chocolate genuino, amargos y adictivos. La segunda oportunidad al autor no me ha defraudado: la oceánica sucesión de metáforas huye de la complejidad formal, pero consigue su pretensión de evocar sin caer en la vergüenza ajena inevitablemente acarreada cuando uno se pasa con la ambigüedad. Lo dice alguien enfermizamente obsesionado con la precisión y la exactitud, que pretende usar las palabras como si fueran dardos. La trama no tiene la más mínima importancia, pero solo la idea de juguetear con la memoria, el olvido, la decadencia y sus consecuencias ya ofrece una atmósfera suficientemente sugerente. Un atractivo ejercicio de estilo, dicho por una vez sin ápice de connotación peyorativa.

Mi ignorante autodidactismo me hizo acercarme a la obra de Loriga justo por su final, que es como pretender aficionarse a Los Simpson viendo los capítulos de las últimas temporadas. Ésta es una metáfora, por cierto, precisa y exacta, aunque totalmente exenta del carisma de las de Ray. He de mejorar mis textos en muchos aspectos, acaso también en la dosis de desaliño.

No puedo no acabar destacando la guinda particular que me regaló la novela: descubrirme la existencia del efecto Zeigarnik, constatación de que la huella más profunda en la memoria de los humanos corresponde a las tareas o sucesos que se interrumpen antes de llegar a un final. Las tensiones residuales favorecen la retención. Sonrío al reflexionar en lo inacabado como sinónimo de inmortal.

MARTES
Escucho a Donna Summer antes de entrar de guardia. Me miro y veo, aún muy a lo lejos, acercarse un pequeño drama sentimental. Un antiTitanic, podríamos decir, pues la causa no será el hielo sino la rotura del mismo. Mas es precisamente esa causa, tan ávida y necesaria en el mar de la apatía, la que me impide desear un cambio de rumbo.

La guardia con H., maravillosa.

VIERNES
Aguanto un sermón ridículo en Navarrete acerca del valor intrínseco que para los residentes posee el auscultar morralla tras morralla mientras el adjunto duerme. Como decía Ibáñez, encima recochineo. 

MARTES
Nueva guardia de urgencias, esta vez con mi querida M., y la novedad la marcan la cuenta atrás para el prometedor viaje a Granada y la recepción de mi primera amenaza mortal por parte de una paciente, patética en sus modos y en su contenido. La profesión que me arrebata el entusiasmo y la felicidad no solo no me aporta satisfacciones, sino que es cicatera hasta para darme una propinilla en forma de épica.

DOMINGO
Del viaje a Granada podría escribir dos entradas completas, así que prefiero no decir nada. Comimos bien.

LUNES
Muere Ferlosio. Nunca nadie hizo del análisis del lenguaje y de los textos algo tan abrumadoramente excelente, incluso conmovedor. Repaso las entrevistas que le hizo Arcadi y se me forma un nudo en el estómago que ni el salmorejo es capaz de aplacar. Cuando llego a su escrito sobre el niño muerto y el kimono tendiéndose en el jardín, la emoción ya me ha hecho despeñarme. Lo increíble es que desde el texto mismo me llega el análisis más certero de mi desmedida tristeza: «todo llanto de compasión es promovido a partir de representaciones y toda representación se constituye sobre elementos semánticos y expresivos y es siempre, por consiguiente, esencialmente literaria.»

"Vendrán más años malos, y nos harán más ciegos". Sin él, desde luego.

MARTES
Cena improvisada, los acontecimientos se precipitan y el fracaso anunciado se adelanta, en virtud de mi impaciencia. Tampoco me arrepiento, no tenía alternativa porque sé ocultarme pero no fingir. Por otro lado, se podrían sacar conclusiones positivas a mis sentimientos del último mes: no es una noticia exigua que algo se haya removido en mí, después de tantos años. Y que lo haya hecho de una manera tan atípica, a través del depósito constante de capas de confianza en una parcela de intimidad, en lugar de, como solía pasar en el último lustro, mediante chispazos de entusiasmo que duraban como máximo tres semanas antes de agotarse. Este caso ha sido diferente, sí.

Se trata, por supuesto, de un consuelo de mierda. El dolor me llega igual que en los viejos tiempos, a pesar de la falta de costumbre. Podría definirse como agujetas, incluso. No tengo fuerzas para un chiste mejor. 

VIERNES
Los días posteriores son muy raros, y mi comportamiento es errático porque, imbécil según la descripción savateriana, no me preocupo por lo que debo ni por lo que quiero. Llamo a I. por la tarde y de inmediato mi atolondramiento es sacudido por asuntos de mayor importancia. I. es una chica más fuerte aún que buena, por lo que lleva sus últimas circunstancias con más solvencia que Atlas. Pero su extraordinaria entereza no merece la callada admiración. Me juro a mí mismo que no la dejaré sola.

jueves, 14 de marzo de 2019

Qué puedo hacer (16)

LUNES
La rotura de varias relaciones a mi alrededor ha conseguido que Tinder alcance la categoría de pandemia. Se ha escrito muchísimo acerca de Tinder como el mercado de la carne, como enésimo ejemplo del liberalismo ocupando otro espacio más, ampliando el campo de batalla. En mi caso, no puedo abstraerme de su componente sórdido, desagradablemente oscuro, que ensucia la posibilidad de un acercamiento con expectativas sanas. Sweet dreams, are made of this, everybody is looking for something. Pero, ah, sin el morbo de la cantante de Eurythmics. 

MIÉRCOLES
El Barcelona golea sin merecerlo a un impotente Madrid en el Bernabéu mientras mis padres se recorren la Península en autobús para verme el rostro unos días. Como en Interstellar, solo el amor puede salvarnos del desastre.

JUEVES
De guardia en Navarrete, me llegan noticias del tupper sex que organizan mis amigas para su cumpleaños. Cada vez que escucho a mujeres hablar abiertamente de sus expectativas estándares en el sexo normativo (el adjetivo es importante, aquí equivaldría a mayoritario), tomo conciencia de que dentro del mismo no hay escondrijos. Es decir, toda la erotización verbal y simbólica acaba exactamente en los preliminares cuando hablamos de sexo, insisto, normativo. Ni siquiera hay espacio para la ironía o el humor; acaso como guarnición, y siempre extremando el cuidado para no cortocircuitar. Una vez se entra en faena, la verdad es la verdad, y la realidad, lo siento por Foucault, no la construye el lenguaje. Cuando sale mal, los motivos pueden ser múltiples (cansancio, no me gustas o puro azar, que es como llamaba Borges a nuestro desconocimiento de los mecanismos que rigen la causalidad), pero las palabras difícilmente pueden ocultarlo. Esto es el Madrí, chico. 

Debo decir asimismo que mi humilde experiencia en el no normativo admite otras posibilidades, pero la gente normal, sea por la naturaleza o por la cultura -no entraré ahora-, no suele estar dispuesta a minimizar la importancia concretísima de lo lúbrico frente a abstracciones más o menos trascendentes. Y no siempre puedes follar con una chica de Podemos que haya visto Martín Hache.

SÁBADO
Visita al Monasterio de Santa María la Real, en Nájera. Mañana plácida con mis padres, comida riquísima, tiempo espléndido. Todo evoca otras épocas de mi vida, más simples y felices. 

MARTES
La debacle madridista ante el Ajax se vislumbra en las caras presentes en el tugurio obrero donde veo el partido. La tristeza aumenta cuando uno se percata del papel del Real Madrid como único motivo de alegría para mucha gente humilde y paupérrima que no tiene una ilusión mejor. Esa condición del Madrid como salvavidas de los pobreticos se ve mejor reflejada en el espejo del Barcelona, institución con elevada autoestima inflada por el relato. Siempre he pensado que el antimadridismo culé más acendrado viene provocado por la convicción de la superioridad propia, y la frustración de verse derrotados durante décadas por un club al que consideraban intelectual, moral y, sobre todo, estéticamente inferior. "Que nos ganen el Milan o el Bayern, pero ¿estos paletos cejijuntos?". De ahí que el antimadridismo del siglo XXI se haya recrudecido este último lustro. Cuando, llegado al fin su momento en la Historia, al fin con el ansiado Messías convirtiéndolos de verdad en el club elegido, al fin con un equipo a la altura de su leyenda tantas veces preanunciada, al fin con la posibilidad real de transformar en plata factual la eterna victoria moral con que habían de conformarse anteriormente, el Madrid les ha levantado cuatro Copas de Europa en pleno rostro. 

El odio se incrementa cuando nace del desprecio. 

JUEVES
Rato agradabilísimo viendo la Favorita, y la causante es H. antes que Emma Stone, lo que suponen palabras mayores. Me digo que debe de haber algo más que la comodidad para hacer el mamarracho sin cortapisas. Aunque solo eso ya no sería poco, según la sabiduría popular: te quiero más que a unos zapatos viejos. Pero es que, en este caso, los zapatos son novísimos. Y, añado, relucientes. 

LUNES
Saliente de mi guardia del fin de semana, me reprochan zalamerías en una excursión a un monte navarro. Que la intención sea manifiestamente fastidiarme no evita que reflexione acerca de las consecuencias de un uso demasiado preciso del lenguaje. Hay quien piensa que si te has molestado en buscar la palabra exacta para referirte a algo (¡no digamos a alguien!), tienes alguna pretensión oculta. Si no, a qué tanta molestia. En estos tiempos de léxico de 150 palabras, cualquiera que se salga de los términos y expresiones ómnibus ("no te rayes, tío") da la sensación de estar cortejando.

En mi caso el cortejo es, evidentemente, hacia mí mismo.     

miércoles, 27 de febrero de 2019

Qué puedo hacer (15)

SÁBADO
Contemplar desde lejos la explosión y posterior derrumbamiento de una estructura de mentiras resulta un espectáculo fascinante y desolador. Por otro lado, hay algo en la capacidad de engañar de ciertas personas que me sigue perturbando. Puedo comprender, y hasta compartir en algún caso -que Dios me perdone-, la fabulación. Pero el afán manipulador se trata de la línea roja que marca el límite donde comienza lo deplorable.

LUNES 
Semana sin guardias, qué placer. La frase de Bergamín: "Lo que inventan los hombres para no trabajar son las artes buenas: las artes poéticas. La pereza es la salvaguardia y garantía de todas las cosas espirituales. Lo que inventan los hombres para trabajar son las malas artes: las artes y oficios del Diablo".

Ya tengo epitafio para cuando coja el petate y marche de Logroño.

JUEVES
Día de los enamorados. El arte de amar, de Fromm, combina reflexiones agudísimas con generalidades y deducciones que resultarían pacatas hasta para Juan Manuel de Prada. Aunque hay dos ideas que me llevaré del libro, desde luego. La primera, la propia concepción del amor como un arte, es decir, una disciplina cuyo ejercicio ha de aprenderse desde el ensayo, la práctica y el error. No nacemos sabiendo amar, por más que un cruce de miradas entre, pongamos, Hugh Grant y Julia Roberts nos convenza de la sencillez de lo indeliberado. 

La segunda, más que una idea, consiste en la integración de su teoría del amor en mis elucubraciones previas. Fromm habla de un componente instintivo en el amor (correspondiente al ámbito sexual), un componente social (el estatus que te aporta una pareja concreta) y un componente individual y por tanto intransferible (determinado por los rasgos del carácter y nuestras carencias: la vulnerabilidad o el narcisismo conllevan una querencia por la protección o el halago, por ejemplo; también hay personalidades que buscan paliar en el amor una profunda necesidad de sentido). En mi vieja teoría de siempre, el atractivo entraría en el cajón del instinto, la afinidad se hallaría repartida entre el componente social y el individual, y la fascinación supondría el -ficticio, ay- alivio en la búsqueda de sentido vital. 

Por si fuera poco, el amor al vulnerable como reflejo de la vulnerabilidad propia ya me sirvió en su momento para pegarle un palo a Nietzsche con su propia cachiporra argumental individualista, hábito por cierto bastante saludable. Fromm coincide, y cierro complacido el libro porque, al fin y al cabo, todos amamos que nos den la razón.

DOMINGO
Mi arrogancia para con Nietzsche desaparece al tener que pedirle prestada una frase de consuelo tras las dolorosísimas derrotas del Madrid de fútbol y baloncesto, con escasas horas de diferencia. No hay sentencia que resuma mejor el madridismo, afición libre de imprecaciones románticas: "No queríamos significar nada, representar nada, queríamos carecer de porvenir (…). Lo único que queríamos era no ser útiles para nada, cómodamente tendidos en el umbral del presente". Como consecuencia, no tenemos un relato balsámico pseudomoral que nos suavice los desastres en la dura hora del fracaso. Vivimos condenados a la perenne disyuntiva entre puerta grande o enfermería que, al menos, nos otorga una ilusión de juventud eterna.  

LUNES
Guardia en Nájera sin G., lo que la convierte inevitablemente en menos interesante, aunque haya niños saltando por los balcones. 

MARTES
Continúa la resaca de la encerrona de Risto a Arcadi el domingo. No tendrá cosas criticables Espada como para que el escrache le venga por una defensa del aborto terapéutico. Personalmente tengo mis dudas acerca de su entusiasmo eugenésico tantas veces manifestado, y desde luego mi posición a favor del aborto de los fetos Down tiene que ver con el coste moral, nunca con el económico. Pero claro, si enfrente están los que dicen que "ser ciego es simplemente una forma distinta de estar en el mundo", pues no hay color. 

Capítulo aparte merece ese colaborador del programa de Risto, presunto defensor de la dignidad de los discapacitados, que hace chanza con la posibilidad de que Arcadi sea tan tonto que se cague encima. Paradójica prueba de que la supuesta preocupación por la discapacidad constituye una mera coartada. Por supuesto, falsa.   

VIERNES
Conversación con I. acerca de la falta de certezas en la vida y de la cantidad de cosas que escapan a nuestro control. No estoy seguro de haberla confortado, más bien lo contrario. Pero no todo iba a ser imitaciones de Apu.

SÁBADO
Escucho con agrado la tertulia de la Cultureta sobre el libro póstumo de Oliver Sacks, El río de la conciencia. La tesis del neurólogo afirma que la memoria es mucho más mentirosa de lo que queremos admitir. Lo que recordamos no resulta fiable, pues mezclamos no sólo realidad y ficción, sino hasta recuerdos de otras personas (aquí hecho en falta una referencia a José Mota: "yo no estaba pero me acuerdo").

Una de las principales razones por las que escribo este dietario es para dejar testimonio cuando los hechos aún están frescos, limpios del polvo mnésico, para, posteriormente, poder analizarlos bien. Y, de paso (o más bien principalmente, a qué engañarnos), analizarme a mí y mi relación con ellos.

DOMINGO
Cuadragésimo primera guardia en Urgencias. El infierno como medida temporal y punto de referencia.   

jueves, 7 de febrero de 2019

Qué puedo hacer (14)

LUNES
Siglos después, vuelvo a coincidir con G. en Nájera. Esta vez el impresionado es él cuando me ve con La gran transformación de Polanyi, título que apunta para comprar y leer cuando tenga tiempo, lo que supone el halago más grande que un residente ha conseguido en la historia de la formación MIR en la Rioja. Hablamos de temas ligeros, desde el deporte a la literatura, y la tarde transcurre amenísima. Un rapto de emoción me invade cuando deja caer que conoció personalmente a Javier Egea y que formó parte del jurado del Bretón que premió a Jabois por Manu. En ese momento mi entusiasmo vence a mi timidez y le digo que yo también escribo, rebajando la inevitable carga de vanidad de la confesión con un deje irónico: "En mi caso, escribir resulta un exceso". Él no me responde, asiente lacónico. Mucho callo en el mundo de la impostura literaria como para tomar en serio las nimiedades de un cualquiera, aventuro. Entonces me avergüenzo, y cambio de tema. 

Esa noche decido que voy a volver a presentarme a certámenes.

JUEVES
Veinte años de la maqueta de Estopa. En realidad llegó a mí un tiempo después, lo que no mancha un ápice su carácter de hito generacional. Como con todos los hitos generacionales, uno toma conciencia mucho más tarde. El Real Madrid, los tebeos de Spiderman, la maqueta de Estopa, mis tardes en casa de R. Una educación sentimental que haría estremecerse de envidia a Flaubert.

DOMINGO
Día de suplementos dominicales y de relectura de los artículos preferidos que he ido recopilando. Esta costumbre mía tiene algo de regurgitación insana, de placer culpable. Una especie de zona de confort demasiado estirada (sólo en el terreno literario me insto a cumplir de vez en cuando la cursi y tramposa recomendación de salir de la zona de confort; mal rayo parta a quien pretenda promoverla para cualquier otro orden de la vida).

Todos estos ridículos remordimientos se me pasan con una nueva carcajada al releer la anécdota de Luis Miguel Dominguín contada mil veces por el difunto Blázquez: aquella señora escandalizada que gritó en la Gran Vía al torero que cómo se atrevía a llevar de la mano a un niño fumando un puro. El niño resultó ser su enano de la suerte, don Marcelino, vestido con pantalón corto, media alta y zapato Gorila: "Señora, que tengo 55 años y soy bibliotecario por oposición"

LUNES
Mi guardia de Otorrino me ofrece una larga conversación de cine con L. y un nuevo visionado de Las ventajas de ser un marginado. Nada mal para un lunes. Aceptamos las guardias que creemos merecer. 

JUEVES
Celebro mi exitoso fin de rotación en ORL con un viaje exprés a Vitoria para ver el Baskonia-Maccabi. El partido es un trámite, sin el Madrid de por medio y con 20 puntos de ventaja para los vascos, desconecto en cuanto se me acaban las iniquidades verbales contra el técnico de los israelíes para disfrutar por radio del show de Benzemá en Girona. Hay que descansar, pues se avecina un fin de semana intenso.

SÁBADO
Dos salidas seguidas que mi hígado acusa y mi ánimo agradece. Tres trazos rápidos, como si fuese impresionista: una paella a la vasca en casa de I., un karaoke y una conversación inesperadamente íntima con C. El inventario de esta semana ha quedado demasiado cargado para perderme en detalles puntillistas. De repente, me percato de que mi vida social en Logroño hace tiempo que limpió las telarañas para convertirse en un trajín en el que no puedo atender a todos los que solicitan mi presencia. Resulta increíble comprobar cómo se repiten los patrones de mis relaciones sociales allá donde voy. El auténtico animal social savateriano.

DOMINGO
Me desayuno con la polémica anual de los Goya, esta vez a cuento de la versión de Rosalía de la canción Me quedo contigo de Los Chunguitos. Huyo del soporífero debate sobre la apropiación cultural para centrarme en la letra del tema, que incluye la declaración de amor más poderosa y brutal que yo, patética pretensión de intelectual, podría dedicarle a una mujer: "Si me dan a elegir entre tú y mis ideas / Que yo sin ellas, soy un hombre perdido / Ay, amor. Me quedo contigo". Escoger a alguien antes que a mis ideas, se dice pronto.

MARTES
Persiguiendo a Amy en casa de H. Lo de repetir patrones de conducta está pasando de castaño oscuro.

JUEVES
Acabo Laëtitia o el fin de los hombres. Sensaciones encontradas, que diría un comentarista de televisión. La reconstrucción de un crimen desde múltiples puntos de vista es una empresa ambiciosísima de la que Jablonka sale bastante airoso, con matices. Cuando uno se embarca en esta aventura sin renunciar a los usos y maneras del reportaje, existe la posibilidad de que incurra en un indebido manoseo de la víctima. Las reflexiones sobre los posibles porqués son muy interesantes, pero se corre el riesgo de atribuir sentidos ficticios a los fríos hechos para que encajen en un relato. Jablonka (por una buena causa, no digo que no) cruza en diversas ocasiones la línea roja: "Laëtitia murió como una mujer libre; Jessica vive como una mujer libre". 

Hay algo que me incomoda: en un libro de reconstrucción factual, lo único honesto en relación a los porqués pertenece al ámbito de las conjeturas. Soy consciente de que sólo las certezas aplacan (y venden). Pero entonces deja de ser un libro sobre Laëtitia y Jessica para ser un libro de Jablonka acercándose a la historia de Laëtitia y Jessica. No pasa nada, ese vínculo produce obras magníficas, como el que unió a Carrère y Romand. Se trata de "apoderarse del suceso para domar las fuerzas terribles que allí se ponen en funcionamiento". Bien está, siempre que se asuma esta condición: cada cosa en su lugar. A fin de cuentas, puede que sólo sea un buen libro si se analiza desde algunos parámetros, pero sin duda es un libro necesario. Y, añado, bastante estimulante.

domingo, 20 de enero de 2019

Mourinho -(diciembre 2018)

Cuando la República romana se hallaba en horas bajas, los senadores solían sentir la tentación de echarse en brazos del Lucio Cornelio Sila de turno. Es decir, de un dictador temporal cuya mano férrea desterrase los supuestos vicios de autocomplacencia a los que siempre se achaca la decadencia de una institución. Resulta una tendencia bastante humana, anclada en cierto amor a la jerarquía y destilada verbalmente en la famosa frase de Spengler, según la cual a la civilización, cada cierto tiempo, sólo la salva un pelotón de soldados dispuestos a morir por ella.

Se equivocaría el Madrid si realiza esta lectura tan comprensible como básica. Un equipo sometido a tantas fuerzas centrífugas y centrípetas es imposible de catalizar de manera exitosa por medio del puño de hierro, más allá de períodos excepcionales y cortísimos. Los maoístas creían que podían planificar centralmente la economía, con resultado conocido. Los últimos Madrid ganadores, generados en torno a Ancelotti o Zidane, se resumían en avalanchas desordenadas de jugadores talentosos, vinculados en torno a su superioridad técnica más que por algoritmos espartanos. La teoría del caos es difícilmente regulable con escuadra y cartabón, y mucho menos con el látigo.

El atajo disciplinario siempre supone una tentación pero, como cierto populismo, ofrece soluciones virilmente simplonas a problemas de naturaleza más heterogénea y compleja. Bien haría Florentino en aprender de la experiencia y gastar su denuedo en renovar la calidad de los ingredientes diversos antes que en procurarse un capataz de simplismos atávicos.

Vuelta al arado

Más de un mes arrastrando enfermedad supone una losa no exigua para mi hipocondría, pero he decidido finalizar mi indulgente baja. Las ausencias en la árida tarea de la escritura se pagan con óxido, en las teclas y en el cerebro. Ni una anécdota reseñable queda de la casa rural, mi Navidad carcelaria en Granada, una ruptura por -no es oxímoron- higiénica putrefacción, la mala salud de mi familia, excursiones exprés a Madrid y San Sebastián, la implosión podemita o el retorno. 

Aunque estas últimas semanas han reforzado el vínculo que hace dos años forjé para siempre con mis padres y que tiempo atrás hubiese resultado imposible. Podría resumirlo la postal de Cunqueiro: «Cuando un ítaco sale a recorrer mundo, su madre toma del hogar un trozo de leño, lo apaga, y con su carbón escribe sobre los labios del hijo esta hermosísima palabra: regresar».