domingo, 20 de enero de 2019

Vuelta al arado

Más de un mes arrastrando enfermedad supone una losa no exigua para mi hipocondría, pero he decidido finalizar mi indulgente baja. Las ausencias en la árida tarea de la escritura se pagan con óxido, en las teclas y en el cerebro. Ni una anécdota reseñable queda de la casa rural, mi Navidad carcelaria en Granada, una ruptura por -no es oxímoron- higiénica putrefacción, la mala salud de mi familia, excursiones exprés a Madrid y San Sebastián, la implosión podemita o el retorno. 

Aunque estas últimas semanas han reforzado el vínculo que hace dos años forjé para siempre con mis padres y que tiempo atrás hubiese resultado imposible. Podría resumirlo la postal de Cunqueiro: «Cuando un ítaco sale a recorrer mundo, su madre toma del hogar un trozo de leño, lo apaga, y con su carbón escribe sobre los labios del hijo esta hermosísima palabra: regresar».

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