jueves, 14 de marzo de 2019

Qué puedo hacer (16)

LUNES
La rotura de varias relaciones a mi alrededor ha conseguido que Tinder alcance la categoría de pandemia. Se ha escrito muchísimo acerca de Tinder como el mercado de la carne, como enésimo ejemplo del liberalismo ocupando otro espacio más, ampliando el campo de batalla. En mi caso, no puedo abstraerme de su componente sórdido, desagradablemente oscuro, que ensucia la posibilidad de un acercamiento con expectativas sanas. Sweet dreams, are made of this, everybody is looking for something. Pero, ah, sin el morbo de la cantante de Eurythmics. 

MIÉRCOLES
El Barcelona golea sin merecerlo a un impotente Madrid en el Bernabéu mientras mis padres se recorren la Península en autobús para verme el rostro unos días. Como en Interstellar, solo el amor puede salvarnos del desastre.

JUEVES
De guardia en Navarrete, me llegan noticias del tupper sex que organizan mis amigas para su cumpleaños. Cada vez que escucho a mujeres hablar abiertamente de sus expectativas estándares en el sexo normativo (el adjetivo es importante, aquí equivaldría a mayoritario), tomo conciencia de que dentro del mismo no hay escondrijos. Es decir, toda la erotización verbal y simbólica acaba exactamente en los preliminares cuando hablamos de sexo, insisto, normativo. Ni siquiera hay espacio para la ironía o el humor; acaso como guarnición, y siempre extremando el cuidado para no cortocircuitar. Una vez se entra en faena, la verdad es la verdad, y la realidad, lo siento por Foucault, no la construye el lenguaje. Cuando sale mal, los motivos pueden ser múltiples (cansancio, no me gustas o puro azar, que es como llamaba Borges a nuestro desconocimiento de los mecanismos que rigen la causalidad), pero las palabras difícilmente pueden ocultarlo. Esto es el Madrí, chico. 

Debo decir asimismo que mi humilde experiencia en el no normativo admite otras posibilidades, pero la gente normal, sea por la naturaleza o por la cultura -no entraré ahora-, no suele estar dispuesta a minimizar la importancia concretísima de lo lúbrico frente a abstracciones más o menos trascendentes. Y no siempre puedes follar con una chica de Podemos que haya visto Martín Hache.

SÁBADO
Visita al Monasterio de Santa María la Real, en Nájera. Mañana plácida con mis padres, comida riquísima, tiempo espléndido. Todo evoca otras épocas de mi vida, más simples y felices. 

MARTES
La debacle madridista ante el Ajax se vislumbra en las caras presentes en el tugurio obrero donde veo el partido. La tristeza aumenta cuando uno se percata del papel del Real Madrid como único motivo de alegría para mucha gente humilde y paupérrima que no tiene una ilusión mejor. Esa condición del Madrid como salvavidas de los pobreticos se ve mejor reflejada en el espejo del Barcelona, institución con elevada autoestima inflada por el relato. Siempre he pensado que el antimadridismo culé más acendrado viene provocado por la convicción de la superioridad propia, y la frustración de verse derrotados durante décadas por un club al que consideraban intelectual, moral y, sobre todo, estéticamente inferior. "Que nos ganen el Milan o el Bayern, pero ¿estos paletos cejijuntos?". De ahí que el antimadridismo del siglo XXI se haya recrudecido este último lustro. Cuando, llegado al fin su momento en la Historia, al fin con el ansiado Messías convirtiéndolos de verdad en el club elegido, al fin con un equipo a la altura de su leyenda tantas veces preanunciada, al fin con la posibilidad real de transformar en plata factual la eterna victoria moral con que habían de conformarse anteriormente, el Madrid les ha levantado cuatro Copas de Europa en pleno rostro. 

El odio se incrementa cuando nace del desprecio. 

JUEVES
Rato agradabilísimo viendo la Favorita, y la causante es H. antes que Emma Stone, lo que suponen palabras mayores. Me digo que debe de haber algo más que la comodidad para hacer el mamarracho sin cortapisas. Aunque solo eso ya no sería poco, según la sabiduría popular: te quiero más que a unos zapatos viejos. Pero es que, en este caso, los zapatos son novísimos. Y, añado, relucientes. 

LUNES
Saliente de mi guardia del fin de semana, me reprochan zalamerías en una excursión a un monte navarro. Que la intención sea manifiestamente fastidiarme no evita que reflexione acerca de las consecuencias de un uso demasiado preciso del lenguaje. Hay quien piensa que si te has molestado en buscar la palabra exacta para referirte a algo (¡no digamos a alguien!), tienes alguna pretensión oculta. Si no, a qué tanta molestia. En estos tiempos de léxico de 150 palabras, cualquiera que se salga de los términos y expresiones ómnibus ("no te rayes, tío") da la sensación de estar cortejando.

En mi caso el cortejo es, evidentemente, hacia mí mismo.     

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