DOMINGO
Hacía demasiado tiempo que no me encontraba inerme, y, por primera vez en años, me resulta difícil rellenar las horas libres del día con contenido intelectualmente productivo. Decido refugiarme en el cine y aprovechar para completar, siquiera mínimamente, mi cultura construida a retazos. La elección de Rashomon lo tenía todo para gustarme, a excepción de mi prejuicio antijaponés: reflexión sobre la verdad y sus múltiples perspectivas, director de prestigio que al fin iba a tachar de mi lista de carencias y una trama estimulante con una duración adecuada.
Por supuesto, todos estos argumentos terminan yéndose por el sumidero. Los prejuicios suelen tener mala fama, pero a veces están claramente infravalorados.
MARTES
De una manera más inteligente, me dejo de experimentos y recurro a un antídoto de comprobada eficacia. Muerto deportivamente el Madrid este año, sé que el cine italiano no me fallará, sobre todo si se trata de una película como Cinema Paradiso, que nunca he visto de corrido pero cuyos fragmentos me anticipan confort.
Tornatore utiliza trucos sentimentales un punto burdos, y el film incurre en una perpetuación de los roles de conquista con un sabor añejo, casi rancio. Pero el aroma de lo tradicional, de esa época, de la vida en el pueblo, resulta un valor estético demasiado poderoso. Si además la narración gira en torno al paso del tiempo, el descubrimiento de la vida y los puntos de inflexión, no puedo evitar el complacido aplauso. Hay melodías que a mí siempre me van a sonar bien. Las que evoquen un recuerdo compartido, y, por encima de eso, sean veraces.
JUEVES
Vidas líquidas, de Bauman, tiene muchas reflexiones interesantes. Le doy vueltas a la disyuntiva entre libertad y seguridad (todos queremos ambas, a pesar de su naturaleza inversamente proporcional), y los sentimientos aparejados a cada elección en la balanza. La seguridad reduce la espontaneidad, la sorpresa, el componente, probablemente ficticio, de aventura. Pienso en mi vida amorosa hasta anteayer, como quien dice: correcta, austera, razonablemente provista según mis necesidades de cada momento, estable. Una economía planificada centralmente, con sus estrategias quinquenales. Eficaz, tediosa y apática. Una de las escasas certidumbres en la sopa de dudas de mi existencia. La errática apertura al caos, acontecida recientemente contra todo pronóstico, equivaldría al grito de auxilio de los jóvenes prooccidentales de la Praga de 1968 o al aperturismo soviético de los noventa. Hartos de seguridad, estómagos saciados, aspiraban a las incertezas (cambiar para no repetir) de la libertad. Ignoro si en mi caso la cosa acabará como en Checoslovaquia o con una perestroika particular. Pero es una novedad, y constituye en mi ánimo un escenario de imprevisibilidad, casi olvidado. Entraña un riesgo, qué duda cabe, y, como tal, puede evocar actitudes y respuestas ambivalentes. Aunque sin riesgo no hay posibilidad alguna de ganancia o triunfo.
Realizar una interpretación individualista de un libro que trata de analizar críticamente los comportamientos sociales excesivamente individualistas de nuestro tiempo no sé si supone una redundancia, una paradoja o el mayor homenaje que podía brindarle a Bauman, en forma de quod erat demonstrandum.
SÁBADO
Segundas partes nunca fueron buenas, y la sidrería en Hernani 2.0 está a punto de ser destruida por un tsunami dramático generado kropotkinianamente (cada cual según su capacidad y necesidad) por mis compañeros. Lo único bueno es que en medio del maremágnum adolescente mi frustración pasa bastante desapercibida.
MARTES
Conversación seria con H., que está ligeramente alicaída. Rato estupendo, aunque todos mis propósitos de enmienda quedan diluidos. Soy consciente de que el cripticismo es excesivo, pero no es un tema sencillo. Me paso la vida intentando rellenar este dietario otorgándole contenido simbólico a lo banal y luego soy incapaz de explayarme con lo que lo merece, para no dejar huella. De frenopático.
MIÉRCOLES
El jefe de Alergología me despide de la rotación con un abrazo. Son días raros.
VIERNES
Tarde con M., en la que escucha impertérrita mis soliloquios, deliberadamente irónicos, acerca de las actitudes amorosas de la gente de izquierdas y de derechas, mientras duda si darle una oportunidad a un tipo. M. tiene la suerte y a la vez la desgracia de estar muy por encima de los platos que le va ofreciendo Cupido, que más que un ángel parece en su caso un camarero maleducado. Consecuencias inevitables derivadas de su admirable integridad, me temo.
MARTES
Hago cola tras una fila interminable de fascistas para entregar las copias de mi pequeño relato jaboisiano. Me presento a un concurso literario cuatro años después. Ni la temática ni el estilo son los adecuados para el certamen que he encontrado, pero mis motivos son en buena parte terapéuticos, de modo que paso por encima de la vocecilla que me chilla que se trata de una pérdida de tiempo.
SÁBADO
Jornada de reflexión. Hay mucho de impostación en el alarmismo con el que se viven las elecciones de mañana. No niego su importancia, por supuesto, solo subrayo lo esteticista de mucho lamento, propio del narcisismo inherente a la sociedad del espectáculo y las redes sociales, pleonasmo. Los que verdaderamente van a sufrir, de momento se dan menos golpes preventivos en el pecho.
De todos modos, el pasaje a Granada ya está sacado, por si las moscas.
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