jueves, 7 de febrero de 2019

Qué puedo hacer (14)

LUNES
Siglos después, vuelvo a coincidir con G. en Nájera. Esta vez el impresionado es él cuando me ve con La gran transformación de Polanyi, título que apunta para comprar y leer cuando tenga tiempo, lo que supone el halago más grande que un residente ha conseguido en la historia de la formación MIR en la Rioja. Hablamos de temas ligeros, desde el deporte a la literatura, y la tarde transcurre amenísima. Un rapto de emoción me invade cuando deja caer que conoció personalmente a Javier Egea y que formó parte del jurado del Bretón que premió a Jabois por Manu. En ese momento mi entusiasmo vence a mi timidez y le digo que yo también escribo, rebajando la inevitable carga de vanidad de la confesión con un deje irónico: "En mi caso, escribir resulta un exceso". Él no me responde, asiente lacónico. Mucho callo en el mundo de la impostura literaria como para tomar en serio las nimiedades de un cualquiera, aventuro. Entonces me avergüenzo, y cambio de tema. 

Esa noche decido que voy a volver a presentarme a certámenes.

JUEVES
Veinte años de la maqueta de Estopa. En realidad llegó a mí un tiempo después, lo que no mancha un ápice su carácter de hito generacional. Como con todos los hitos generacionales, uno toma conciencia mucho más tarde. El Real Madrid, los tebeos de Spiderman, la maqueta de Estopa, mis tardes en casa de R. Una educación sentimental que haría estremecerse de envidia a Flaubert.

DOMINGO
Día de suplementos dominicales y de relectura de los artículos preferidos que he ido recopilando. Esta costumbre mía tiene algo de regurgitación insana, de placer culpable. Una especie de zona de confort demasiado estirada (sólo en el terreno literario me insto a cumplir de vez en cuando la cursi y tramposa recomendación de salir de la zona de confort; mal rayo parta a quien pretenda promoverla para cualquier otro orden de la vida).

Todos estos ridículos remordimientos se me pasan con una nueva carcajada al releer la anécdota de Luis Miguel Dominguín contada mil veces por el difunto Blázquez: aquella señora escandalizada que gritó en la Gran Vía al torero que cómo se atrevía a llevar de la mano a un niño fumando un puro. El niño resultó ser su enano de la suerte, don Marcelino, vestido con pantalón corto, media alta y zapato Gorila: "Señora, que tengo 55 años y soy bibliotecario por oposición"

LUNES
Mi guardia de Otorrino me ofrece una larga conversación de cine con L. y un nuevo visionado de Las ventajas de ser un marginado. Nada mal para un lunes. Aceptamos las guardias que creemos merecer. 

JUEVES
Celebro mi exitoso fin de rotación en ORL con un viaje exprés a Vitoria para ver el Baskonia-Maccabi. El partido es un trámite, sin el Madrid de por medio y con 20 puntos de ventaja para los vascos, desconecto en cuanto se me acaban las iniquidades verbales contra el técnico de los israelíes para disfrutar por radio del show de Benzemá en Girona. Hay que descansar, pues se avecina un fin de semana intenso.

SÁBADO
Dos salidas seguidas que mi hígado acusa y mi ánimo agradece. Tres trazos rápidos, como si fuese impresionista: una paella a la vasca en casa de I., un karaoke y una conversación inesperadamente íntima con C. El inventario de esta semana ha quedado demasiado cargado para perderme en detalles puntillistas. De repente, me percato de que mi vida social en Logroño hace tiempo que limpió las telarañas para convertirse en un trajín en el que no puedo atender a todos los que solicitan mi presencia. Resulta increíble comprobar cómo se repiten los patrones de mis relaciones sociales allá donde voy. El auténtico animal social savateriano.

DOMINGO
Me desayuno con la polémica anual de los Goya, esta vez a cuento de la versión de Rosalía de la canción Me quedo contigo de Los Chunguitos. Huyo del soporífero debate sobre la apropiación cultural para centrarme en la letra del tema, que incluye la declaración de amor más poderosa y brutal que yo, patética pretensión de intelectual, podría dedicarle a una mujer: "Si me dan a elegir entre tú y mis ideas / Que yo sin ellas, soy un hombre perdido / Ay, amor. Me quedo contigo". Escoger a alguien antes que a mis ideas, se dice pronto.

MARTES
Persiguiendo a Amy en casa de H. Lo de repetir patrones de conducta está pasando de castaño oscuro.

JUEVES
Acabo Laëtitia o el fin de los hombres. Sensaciones encontradas, que diría un comentarista de televisión. La reconstrucción de un crimen desde múltiples puntos de vista es una empresa ambiciosísima de la que Jablonka sale bastante airoso, con matices. Cuando uno se embarca en esta aventura sin renunciar a los usos y maneras del reportaje, existe la posibilidad de que incurra en un indebido manoseo de la víctima. Las reflexiones sobre los posibles porqués son muy interesantes, pero se corre el riesgo de atribuir sentidos ficticios a los fríos hechos para que encajen en un relato. Jablonka (por una buena causa, no digo que no) cruza en diversas ocasiones la línea roja: "Laëtitia murió como una mujer libre; Jessica vive como una mujer libre". 

Hay algo que me incomoda: en un libro de reconstrucción factual, lo único honesto en relación a los porqués pertenece al ámbito de las conjeturas. Soy consciente de que sólo las certezas aplacan (y venden). Pero entonces deja de ser un libro sobre Laëtitia y Jessica para ser un libro de Jablonka acercándose a la historia de Laëtitia y Jessica. No pasa nada, ese vínculo produce obras magníficas, como el que unió a Carrère y Romand. Se trata de "apoderarse del suceso para domar las fuerzas terribles que allí se ponen en funcionamiento". Bien está, siempre que se asuma esta condición: cada cosa en su lugar. A fin de cuentas, puede que sólo sea un buen libro si se analiza desde algunos parámetros, pero sin duda es un libro necesario. Y, añado, bastante estimulante.

domingo, 20 de enero de 2019

Mourinho -(diciembre 2018)

Cuando la República romana se hallaba en horas bajas, los senadores solían sentir la tentación de echarse en brazos del Lucio Cornelio Sila de turno. Es decir, de un dictador temporal cuya mano férrea desterrase los supuestos vicios de autocomplacencia a los que siempre se achaca la decadencia de una institución. Resulta una tendencia bastante humana, anclada en cierto amor a la jerarquía y destilada verbalmente en la famosa frase de Spengler, según la cual a la civilización, cada cierto tiempo, sólo la salva un pelotón de soldados dispuestos a morir por ella.

Se equivocaría el Madrid si realiza esta lectura tan comprensible como básica. Un equipo sometido a tantas fuerzas centrífugas y centrípetas es imposible de catalizar de manera exitosa por medio del puño de hierro, más allá de períodos excepcionales y cortísimos. Los maoístas creían que podían planificar centralmente la economía, con resultado conocido. Los últimos Madrid ganadores, generados en torno a Ancelotti o Zidane, se resumían en avalanchas desordenadas de jugadores talentosos, vinculados en torno a su superioridad técnica más que por algoritmos espartanos. La teoría del caos es difícilmente regulable con escuadra y cartabón, y mucho menos con el látigo.

El atajo disciplinario siempre supone una tentación pero, como cierto populismo, ofrece soluciones virilmente simplonas a problemas de naturaleza más heterogénea y compleja. Bien haría Florentino en aprender de la experiencia y gastar su denuedo en renovar la calidad de los ingredientes diversos antes que en procurarse un capataz de simplismos atávicos.

Vuelta al arado

Más de un mes arrastrando enfermedad supone una losa no exigua para mi hipocondría, pero he decidido finalizar mi indulgente baja. Las ausencias en la árida tarea de la escritura se pagan con óxido, en las teclas y en el cerebro. Ni una anécdota reseñable queda de la casa rural, mi Navidad carcelaria en Granada, una ruptura por -no es oxímoron- higiénica putrefacción, la mala salud de mi familia, excursiones exprés a Madrid y San Sebastián, la implosión podemita o el retorno. 

Aunque estas últimas semanas han reforzado el vínculo que hace dos años forjé para siempre con mis padres y que tiempo atrás hubiese resultado imposible. Podría resumirlo la postal de Cunqueiro: «Cuando un ítaco sale a recorrer mundo, su madre toma del hogar un trozo de leño, lo apaga, y con su carbón escribe sobre los labios del hijo esta hermosísima palabra: regresar».

lunes, 26 de noviembre de 2018

Qué puedo hacer (13)

MIÉRCOLES
Durante la guardia, bromas por parte de las enfermeras y médicas de Nájera sobre mi libro de Foster Wallace. Qué cosas más raras, etcétera, mientras ven Telecinco entre paciente y paciente. Justo entonces encuentro un fragmento interesantísimo sobre la televisión: 

"Los americanos ya no parecían unidos tanto por creencias comunes como por imágenes comunes: lo que nos une se ha convertido en aquello de lo que somos testigos".

Reflexiono sobre las repercusiones de esto. Esa sensación de unidad derivada de los referentes culturales compartidos constituye el puntal de la falsa autopercepción de cierta clase media ("veo la misma tv que los ricos, luego no estamos tan lejos socialmente"), y acaso también un insospechado cortafuegos posmoderno castrador de revoluciones. De inmediato me viene a la mente aquel independentista catalán que afirmaba que, estratégicamente, resultaba prioritario acabar con las emisiones en Cataluña de las televisiones españolas, para torpedear en la medida de lo posible todos los lazos cotidianos que sustentasen una cosmovisión unionista.

Una de las enfermeras me ve rumiando, y me ofrece pipas en una pausa publicitaria. No me queda más remedio que aceptar, a ver si así fuerzo el vínculo con lo sanitario de una vez por todas.

DOMINGO
Aún resacoso tras el triplete, me permito un viaje gastronómico al casco viejo de Vitoria con C. y M. En un momento dado me sorprendo en una suerte de herriko celebrando los goles del Betis al Barcelona mientras acaricio al perro de algún abertzale. Como postal surrealista no la habría firmado ni el mismísimo André Breton. Es un gran día.

LUNES
Muere Stan Lee. En el mismo año que Ditko. Los dos creadores del héroe de mi infancia, que no es Spiderman, sino Peter Parker. Parece lo mismo, pero no. 

MARTES
Con la excusa de la nominación al Emmy, me trago entera en escasos días la serie de Ignatius Farray: El fin de la comedia. El argumento no resulta excesivamente original, pues trabaja la idea de otras previas como ¿Qué fue de Jorge Sanz?, y además los chistes y cameos quedan habitualmente forzados y poco verosímiles. Sin embargo, la parte no humorística me parece soberbia. Realista en su cutrez, tiene instantes brillantes en los que la angustia del perdedor atraviesa la cuarta pared. En todo momento hay un atisbo de amargura, no siempre explícito pero poco obviable, que me produce una inesperada y fascinante empatía. No, la serie no tiene ni puta gracia. Ni falta que le hace.

JUEVES
Tarareo mentalmente las canciones de Rosalía mientras la adjunta pasa consulta. Rosalía tiene todo para gustarme, aunque, conociéndome, no es descartable que termine desdeñándola por culpa de la legión de atorrantes seguidores, conformada por fachillas tabarnianos atraídos gracias a su (ciertamente atractivo) estética poligonera españolista, y, lo que resulta muchísimo peor, por modernillos semicultos. 

Solo las cosas verdaderamente fantásticas pueden sobreponerse a que la mayor parte de sus fans sean insoportables. A bote pronto, solo se me ocurre el Real Madrid. Está por comprobar el nivel de la grandeza de Rosalía. De momento, contemplando a CEU San Pablos y malasañeros jugando a quinquis de extrarradio, y pese a lo pegadizo de su fraseo, para que ocupe puesto en el olimpo de mis afectos, la cosa pinta malamente.

LUNES
La vuelta de L. no basta para alegrarme el saliente: es el cumpleaños de otra L. Debería prepararme la exposición de la semana que viene, pero soy incapaz, de modo que compro un regalo para la madre de P. y salgo a correr. Uno sabe que el día no aportará nada cuando tiene que recurrir a los mismos remedios que Murakami. 

VIERNES
Falto al trabajo, enfermo, y el hastío me resulta peor que la tiritona. Aprovecho mi encamamiento para hacerle la lista de canciones de Nacho Vegas que le prometí a V. Hay veces en que pienso que estoy convirtiendo escuchar a Nacho Vegas, The Smiths and co. en un tópico. Aunque los que me conocen de verdad saben que en mi caso la tristeza no es en ningún caso coquetería o atrezzo, sino fogonazos fugaces de la constatación del terrible sentido único en la trayectoria lineal de la vida.  

Luego intento enumerar cuántos me conocen de verdad.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Qué puedo hacer (12)

VIERNES
En Alcalá de Henares está la casa de Manuel Azaña, que es como decir que se encuentra parte de lo mejor del pasado de España. En Alcalá de Henares también está I., que es como decir que se encuentra parte de lo mejor de mi pasado. Como en casi todas mis grandes amistades, he olvidado si se cimentó sobre un momento crucial concreto. Aunque tengo claro que nuestro vínculo se intensificó porque ambos hemos estado perdidos en algún momento, si bien es cierto que ella sale de esos trances mejor que yo, probablemente porque es más inteligente. Como mínimo, en lo que concierne a esa inteligencia práctica que no se basa tanto en acumular conocimiento y experiencias (que también, por supuesto), sino en la dosis de pragmatismo que permite enfocar la vida desde una mentalidad más prosaica sin perder del todo la lucidez. Utilizando los recursos cognitivos a conciencia para estudiar una oposición, afrontar una rutina y similares circunstancias siniestras.

SÁBADO
Me despido de I. para, una vez llegado a Granada, comprobar que mi padre se halla realmente preocupado por su estado de salud. La Medicina que no cesa, que diría Miguel Hernández. El primer poeta que me descubrió mi padre. 

DOMINGO
La manita que el Barça endosa al Madrid provoca que los madridistas, cabizbajos, parezcan los galos de las historietas de Astérix cuando les preguntaban por la batalla de Alesia contra los romanos. "¡No sé de qué me estás hablando!". En mi caso, la constatación de lo desmesuradamente inmerecido del resultado no me embarga de frustración como en otras ocasiones. Acaso una ligera sensación de lástima por la guillotina preparada para un entrenador que se la jugó por nosotros, pero nada más: un leve rezongo por la suerte que han tenido los malos. Si esto es madurar, no estoy seguro de que me entusiasme la idea.



MARTES
Acabo la irregular No, mamá, no de Verity Bargate, y decido que le daré la tercera oportunidad a Foster Wallace cuando termine con Zweig. Resulta curioso que los soliloquios de un solitario obsesionado con interpretar literariamente un deporte como vía de escape no me hayan causado hasta ahora la fascinación que a priori deberían. De cualquier manera, el talento del norteamericano está fuera de toda duda.

Hace años mi ex se cabreaba cuando yo me comparaba en broma con Jabois (la 2011-12 eran los tiempos indecorosamente felices del mourinhismo canalla y el follar con amor), pues ella, en un ejercicio de vergonzante exageración, me decía que un día me presentaría a sus amigas en las cenas de gala de la alta societat como al Foster Wallace español. Para ilustrar el nivel de sus hipérboles (y en general del exceso que modulaba nuestra relación, que era justamente eso: excesiva), sirva como ejemplo su convencida afirmación de que yo era guapísimo.

Por último, hay otro aspecto importante a considerar a la hora de una identificación con Foster Wallace: se terminó suicidando. 

MIÉRCOLES
El arrojo patético de la Cultural Leonesa contra el Barcelona tiene su castigo en el minuto 95. Esta aguda reflexión antigua de Iñako Díaz-Guerra: "Dembélé representa muchísimo mis 21 años. Decide casi siempre mal, no sabe qué está pasando ni qué hace allí ni cómo ha llegado y da la sensación de ir improvisando siempre. Su ventaja es que le sobra talento". 

VIERNES
Toda la coherencia que me impide comprar por Amazon o participar en las formas explotadoras del capitalismo "colaborativo" se escapa por el sumidero cuando mi familia me empuja al Black Friday. Evito la culpa al mirarme en el espejo con la chupa de cuero nueva gracias a la anécdota de Juan Tallón, quien asegura que su padre aprobó el examen de conducir pese a no tener ni idea porque se puso traje. La ropa te saca de muchos atolladeros.

DOMINGO
En La conjura de los necios Ignatius Reilly se presentaba un día a pedir trabajo y, casi sin explicarle en qué consistía el empleo, le exigían ser limpio, muy trabajador, de fiar y callado. "¿Pero qué clase de monstruo quieren?", preguntaba asustado, y se iba.

Recuerdo la escena porque mañana empiezo un triplete de guardias.

lunes, 29 de octubre de 2018

J 10. Barcelona 5 - Real Madrid 1

"Brasil elige presidente al ultra Bolsonaro por amplia mayoría"
"El Barça fulmina al Real Madrid y sentencia a Lopetegui"
EL PAÍS


El Madrid salió del Camp Nou recordando a la tenebrosa primera mitad de los noventa, con un estadio enfervorecido jaleando una goleada tan exagerada como inapelable, unos jugadores impotentes y un entrenador que adquirió en sus estertores los aires de sepulturero que llevaba jornadas tratando de evitar. Ni rastro del marvelómano conjunto que ha tiranizado Europa en el último lustro, como si, huidos Zidane y Cristiano, el tapón de la bañera hubiese saltado por los aires llevándose la gloria por el sumidero.

El equipo empezó el encuentro paralizado por el terror, rubricado en la alineación con la inclusión de un Nacho que de tan multiusos defensivo ha devenido en un Arbeloa sin twitter. El pánico ni siquiera sirvió para guarecer la autopista de la banda derecha, por la que transitó el amotillo de Jordi Alba (conociendo al interfecto, sin duda se trataba de una vespino robada) tanto como quiso, que fue hasta que el partido iba ya 2-0. Bale, quieto en su pedestal de indolencia, señalaba con el dedo las carreras del lateral culé mientras éste lo dejaba atrás. El que avisa no es traidor, qué quieren ustedes que haga el muchacho. Pero si la solidaridad de los atacantes madridistas brillaba por su ausencia, el paupérrimo desempeño de los defensas blancos, con Varane y Casemiro a la cabeza, no tenía autoridad moral para reprochar nada a nadie. El FCB, sin esfuerzo, barrió a su rival en la primera mitad con toda justicia.

La reanudación tras el descanso nos dejó una disposición antitética. Bastó sacar a Nacho del lateral por un voluntarioso Lucas para que el Madrid, ahora sí bien colocado en el campo, dominase al Barcelona a partir de la presión alta. Un gol de Marcelo, un tiro al poste de Modric, un cabezazo de Benzema en área pequeña, un penalti no pitado sobre Isco y otro puñado de ocasiones falladas en el último momento demostraron de manera cruel que, sin Messi, el equipo azulgrana (y sobre todo, su pareja de centrales) es tremendamente vulnerable. Valverde echaba el cerrojo amontonando defensas, confiando en aprovechar con velocidad los riesgos que el Madrid dejaba a su espalda. La fiereza de un motivado Suárez (para rematar y para dejar los tacos en la tibia de Nacho, "sigan, sigan" dijo el árbitro) colocó la puntilla, y afortunadamente el tercer gol llegó ya muy tardíamente: de otra manera en lugar de cinco habrían caído ocho. El conjunto blanco había agachado la cabeza y Lopetegui tenía la suya en un cesto.

El senado tiene su veredicto, el pulgar ha girado hacia el suelo y la República romana ya está buscando a su Lucio Cornelio Sila periódico que enderece el rumbo: un italiano dispuesto a servir disciplinadas lentejas de uno a cero en el largo invierno madridista que se ha de extender hasta febrero. No es el plan que más me apasiona. Pero mi apuesta por la Catorcésima permanece inalterable, y no se debe a la inquebrantable y arrogante fe en la victoria que los antis reprochan al pueblo madridista, sino más bien a la convicción racional de que, viendo la vulgaridad de los rivales, con un fichaje por línea (estén o no estos ya en la plantilla), el viejo Madrid se presentará a su continua cita con la historia con tantas posibilidades como siempre.

martes, 23 de octubre de 2018

Qué puedo hacer (11)

MIÉRCOLES
Cine en casa de M. Cada vez que veo Una historia del Bronx, aun con sus clichés y su aire naive, no puedo evitar sonreír en los mismos fragmentos. La unión paternofilial descrita en la historia me resulta un alegato emotivo de los rasgos más apreciables de aquello que se ha convenido en llamar masculinidad. La regañina de DeNiro a su hijo ("¡el obrero es el auténtico tipo duro, tu padre es el tipo duro!") es profundamente sentimental, patética en la etimología más precisa del adjetivo. La clase de discurso conmovedora a la hora de relatar las insuficiencias de una vida y despreciable a la hora de sustentar una ideología.

La película ilustra también, cómo no, las profundas miserias de la condición del varón, aunque de un modo distinto, menos posmoderno, que mi preferida en ese papel, Chasing Amy. El intervalo que va de James Brown (This is a men's world) a Ben Affleck. En cualquier caso, tiene su gracia comprobar en la semana previa a mi cumpleaños que, a sus veinticinco tacos, el film ha envejecido bastante mejor que yo.

DOMINGO
Termino La conjura contra América, de Phillip Roth. Ha merecido la pena todo el esfuerzo invertido en no saltarme las inacabables páginas describiendo la vida familiar judía y las reflexiones y miedos infantiles del crío protagonista, tediosamente creíbles. Roth realiza una presentación y un desarrollo de los personajes tan lento y monótono como necesario, y en el tramo final se desencadena la acción que rasga la tiniebla de horror cuidadosamente tejida. El encaje es perfecto, funcionando de manera magnífica, pues me deja un estupendo sabor frente a la amargada letanía de los dos tercios iniciales del libro. Si finalmente Murakami recibe el Nobel que se les negó entre otros a Roth y a Borges, el chiste se habrá contado solo.

JUEVES
Paso las primeras horas de mi cumpleaños en Urgencias, silbando canciones cubanas revolucionarias entre paciente y paciente.

No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré...

VIERNES
Durante el viaje en coche a Granada siento que la fiesta que ayer me preparó P. (con la colaboración inestimable de C.) incide en mi idea de que tengo amigos que no merezco. Aunque, en palabras de Di Stefano, lo que no merezco también lo trinco. 

Aprovechamos y charlamos sobre las lecturas que está haciendo. En un momento dado, P. cita a Henry Ford y a Adam Smith a cuenta de la cadena de montaje, y entonces recuerdo mi antiguo optimismo positivista en los avances del progreso, cuando me informaba (¡devoraba!) a menudo acerca de este tipo de historias. Desde que estoy en La Rioja he abandonado cualquier traza de contenido al respecto en los libros que me compro. Mi actual rutina médica a lo Andrés Hurtado jamás me hubiese permitido acompañar a Mark Stevenson en su viaje optimista por el futuro, como hice en el lejano 2012. Como si la ciudad de provincias te impregnase de una atmósfera que sirviera de perenne recordatorio de que te hallas lejos de donde ocurre lo grande de la vida. Si bien es cierto que esas inconcreciones grandiosas que te hacen sublimar el género humano no dejan de ser abstracciones a veces un tanto tramposas, de puro inconcretas. Logroño no cabe duda de que es más real. Sí. Como los gatillazos o el abono orgánico.

LUNES
C. me lanza una pulla por WhatsApp a cuenta de la supuestamente oculta motivación que esconden mis abundantes viajes a Granada. Me hace reír. C. se trata de la primera persona de Logroño que conoce la existencia de este dietario. Que ella no sea ni internista ni neumóloga, sino casual y justamente psiquiatra, constituye la enésima ironía que tapiza la broma con patas en que consiste mi vida aquí. Chanzas aparte, existe un peligro derivado de esta circunstancia: el narcisismo que inevitablemente salpica al que escribe de sí sabiendo que va a ser leído. Al fin y al cabo, decía Josep Pla que la vanidad del corazón es lo único que nos hace insoportable la soledad.

La amenaza del público tiene otro reverso desagradable. Ahora mismo escribiría un párrafo acerca de lo genial que me cae C., pero se me antoja imposible explicar lo estimable que encuentro su amistad sin que parezca que quiero arrancar el aplauso fácil a base de cumplidos. La vergüenza gripa los motores no especialmente repletos de la gasolina del talento.

MIÉRCOLES
Jabois vuelve a escribir un artículo de los que yo llamo paradójicos. Esos en los que por un lado mi identificación con él resulta plena y, al mismo tiempo, su maestría literaria me arroja a eones de distancia. Siempre tan cerca y tan lejos.

JUEVES
Paso la tarde conversando con M. y recibo por correo un regalo de A. Dos chicas excepcionales, a las que la cualidad que mejor las distingue es la bondad sin fisuras. En muchas ocasiones se evita adjudicar este adjetivo a alguien porque, en un mundo donde los cabrones y los cínicos tienen tan buena prensa, parece llevar aparejado una connotación de, si no simpleza, al menos ingenuidad. Ambas desmienten semejante prejuicio. En el caso de A., por cierto, poca gente se merece tanto la felicidad de la que creo que verdaderamente goza. Oír su risa (y espero que pronto la de su hija en algún audio) constituye uno de los mayores contrapesos que conozco frente a las infinitas injusticias de la tierra.

SÁBADO
¿De verdad estoy de nuevo de guardia?

DOMINGO
Arcadi vuelve a sacar otro conejo de la chistera en forma de excepcional texto sobre James Randi, el escéptico dedicado a desentrañar engaños y estafas anticientíficas que acabó cayendo en la mentira al Estado para proteger a su pareja sin papeles de una segura deportación del país. Se pregunta Arcadi, provocador como suele, hasta qué punto tiene mayor justificación un fraude por amor que un fraude por dinero. 

Sobre los fraudes de amor, me percato de que aquí no escribo nunca de mi vida sentimental, más allá de reflexiones, inconcreciones y abstracciones, y lo único auténticamente concreto son referencias a mi pasado. En puridad, cualquiera que observe que evito hablar del tema de manera explícita podría concluir que no hay nada actual que llevarse a la boca. En lo tendente al amor es probable. Relativo al sexo, confieso que no tanto. Si caigo en la vulgaridad de efectuar esta aclaración impertinentemente íntima es porque, quizá de tanto leer a Arcadi, aun apreciando muchísimo la elegancia, soy incapaz de prescindir de la verdad. Justo como me pasa con el amor y con el sexo. De modo que el hipócrita lector (mon semblable, mon frère!) que desee identificar sus eróticas ausencias con mis silencios ha de saber, y ya lo siento, honestamente lo que hay. A veces la coherencia es un inoportuno torpedo contra el desgarro de lo poético. Pero yo, ni soy poeta, ni soy James Randi.