martes, 14 de agosto de 2018

Qué puedo hacer (VI)

LUNES
Dormito en la piscina tras la guardia, y de manera sorprendente mi piel va abandonando el blanco nuclear por un color distinto al rojo de los crustáceos, barnizándose de un ocre suave en algunas zonas. Se me antoja algo tan increíble que a lo largo del día no dejo de observarme reflejado en el agua y en los escaparates, a pesar de que vienen dos compañeras y alargo la tarde en su compañía acompañándolas a una cafetería y al supermercado. Por la noche vemos Trainspotting y una de ellas, justamente L., se queda dormida. Se me ocurren tantísimas metáforas que termino por no verbalizar ninguna.

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MARTES
No consigo reprimir una sonrisa cuando veo a mi Benzema portando el brazalete de capitán del Madrid en una de esas pachangas de pretemporada. A su usual cara de despiste le ha salido una especie de rictus forzado, en un infructuoso intento de aparentar una responsabilidad que en realidad le resulta totalmente ajena. Más o menos como si a mí me hubiesen puesto de representante del consejo escolar en algún momento. También me fijo en el ímpetu de las galopadas de Vinicius, y me digo que tengo que apresurarme a glosar su potencial en una crónica para luego poder retozar en el "yo ya lo adelanté".

Por la noche, conversación sobre Oriente Medio y política, en la que se mezclan simplezas con esbozos sugestivos. Acostumbrado a dialogar con los nuevos conocidos con una pátina de condescendencia mientras los sitúo en mi escaleta vital, cuando me topo con alguien que sabe más que yo de un tema interesante, al principio me encuentro un poco torpón. No suele suceder, y me gusta mucho.

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MIÉRCOLES
Tras saciar mi vocación docente mostrándole el Barrio Bar a L. (no se me puede enseñar nada bonito porque enseguida lo exploto reiteradamente, y ya se sabe que no hay prestigio que no arruine el consumo), tomamos algo en la plaza de la catedral con un grupito de residentes. El plan resulta ameno hasta que la sombra del hospital vuelve a monopolizar la charla. Dice Jay McInerney en Luces de neón que "uno siempre tiene la sensación de que el lugar donde no está siempre es más divertido que aquel donde está".  Yo, que al americano solo lo conozco por boca de ese genio llamado Juan Tallón, coincido con el segundo en una sentencia un poco más cáustica: la vida nos lanza retos. Si los superas, te lanza más.

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JUEVES
Tardo veinticuatro horas en traicionar mi promesa de no abusar en exceso del Barrio Bar, y acabo enredado en una discusión sobre el peso de la cultura en la identidad humana, las nuevas masculinidades y el papel del patriarcado en los roles sexuales del varón. Cada vez me hallo más convencido de que ese bar se trata de un portal oculto a otra dimensión, porque es imposible que Logroño albergue un lugar semejante. Todo marcha como la seda y yo me muestro como el progre perfecto hasta que la conversación varía y sale el tema catalán, y he de posicionarme en contra de la independencia. Casi agradezco que mis padres me llamen desde la estación de tren para que vaya a recogerlos, pues me evita tener que desarticular los eslóganes de siempre, excusándome a cada paso para que no me tomen por lo que no soy.

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SÁBADO
Termino el libro de Yalom sobre Breuer y Nietzsche. Una vez aceptadas la suspensión de la incredulidad y el tono mal disimulado de conferenciante, posee puntos apreciables. El discurso nietzscheano resulta muy atractivo en la medida en que analiza el comportamiento humano sin dejar de lado las motivaciones individualistas, la ambición personal y el amor propio, conceptos que cierta visión materialista desdeña demasiado a la ligera. Pero existe el peligro de que ideas parcialmente lúcidas como la "voluntad de poder" (que desenmascara la hipocresía de sentimientos como la compasión, que según Friedrich nos reconforta porque nos coloca por encima del compadecido, dominantes) se sobreestimen y se conviertan en el único prisma desde el que contemplemos nuestras relaciones con los demás. El enfoque individualista no tiene por qué limitarse meramente al reparto de papeles de preponderancia o pujanza. La misma compasión o el impulso a realizar buenas acciones pueden venir motivados por la consciencia de la vulnerabilidad propia, al vernos reflejados en los otros. He aquí un ejemplo de explicación, también individualista, que huye de la simplificación de que toda empatía está inevitablemente contaminada por el gregarismo del rebaño.

Un médico del trabajo de la Rioja tratando de refutar a Nietzsche. Un poco para descojonarse sí que es, la verdad.

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LUNES
Vegeto tras una guardia infernal en la que la pétrea jeta de alguno ha impedido que los residentes podamos dormir, pese a que el decorado parecía propicio. Tumbado en el sofá surfeo sobre opiniones banales a golpe de pulgar en la pantalla de mi teléfono, y me chuto una dosis de soma escuchando un programa de deportes. Un patán anónimo encadena simplezas hasta dar el do de pecho en términos de subnormalidad: "Con Benzema y Cristiano al final te asegurabas noventa goles en la temporada". Hombre, hombre. Yo soy el máximo defensor del francés (¿el único que le queda?), pero la ocurrencia me recuerda a la frase con la que me burlo de mis amigos rojiblancos: "Entre el Madrid y el Atleti, los dos juntamos trece Copas de Europa".

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MIÉRCOLES
Esta vez la visita de L. viene acompañada de un permiso para asaltar su estantería y llevarme un surtido de libros sobre Palestina, que me animan la tarde preguardia. Una vez ella se marcha con sus amigas, paso un par de horas estrenando como merece el teclado que compré la semana pasada y por el que habré de almorzar atún una temporadita. Poco a poco el refugio va adquiriendo calor.

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SÁBADO
Santander es una ciudad bonita, pese a la indisimulable aura pija. Una suerte de San Sebastián castellana y un poco facha, con su calle general Dávila y su Camilo Alonso Vega, que medio compensa con un patrimonio que te permite hacerte una foto delante del edificio de Correos sin que parezcas del todo un cateto. Mis padres se entusiasman y comienzan a inmortalizarlo todo, con la prisa que supongo te invade cuanto viajas cerca de los sesenta años, y en alguna me pillan desprevenido y salgo hasta guapo. Luego discutimos sobre la meritocracia y la igualdad de oportunidades, y me hacen algún reproche por mi escepticismo, aunque a mí me afecta menos que de costumbre. 

Va a ser cierto lo del carácter suavizador del mar. Quizá vuelva la semana que viene para concluir la tercera tutoría de mi trabajo del máster. Algo objetivamente absurdo, a todas luces. Pero la vida adquiere valor con las cosas que se realizan sin motivo. 

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