Yo quiero regalarte
una poesía
Tú sientes que estoy
dando las noticias
Vive el Madrid en una especie de eterno retorno
profundamente agotador para sus seguidores. La temporada pasada terminó con una
sensación agridulce, penando por el fracaso y el terrible contraste de los
laureles rivales, pero al mismo tiempo con el convencimiento de que, tapando
las goteras y comprando un depósito de gasolina más grande para la calefacción,
la situación sería propicia de nuevo para el asalto al triunfo. En lugar de
esto, le hemos metido fuego a la casa y nos hemos vuelto a mudar. De la
socialdemocracia ancelottiana a un corsé más ortodoxo, al que habrá que dar tiempo
para que cuaje, como cuaja la nieve o, ay, la sangre. Los madridistas
quisiéramos llenarle los bolsillos de
guerras ganadas, pero no está en nuestra mano.
Del partido del Molinón no hay mucho que desgranar. Más allá
de las habituales lisonjas que se llevará el Sporting (la cultura del esfuerzo,
ese pringoso consenso a cuyo calor de establo se arrebujan tantos falsos humildes),
el peor enemigo del Real Madrid fue él mismo. Su enésima reconstrucción lo
tiene a medio hacer, con jugadores fuera de posición o directamente
desconcertados. Con unos laterales con profundidad y de nulo acierto
(circunstancial en Marcelo, no tan claro en Danilo), un mediocampo trufado de
imprecisiones, con un Isco adornándose a sí mismo en sus ratos de soledad (nos
pasa a muchos), un Ronaldo insufrible y un Bale como boya autista que apenas
adquiere sentido con espacios para darle gusto a las piernas. Un montoncito de
piezas, pr(inc)esas de un cuento infinito.
Por supuesto, no pretendo dramatizar (nunca quise narrar esa historia porque pudiera resultar conmovedora), es
seguro que en las jornadas sucesivas el Madrid irá consiguiendo salir de la
celda que le plantea el contrario de clase media antes de que se agote el grifo de los
minutos. Tampoco se es un audaz profeta si se vaticina que en mayo los blancos
estarán peleándolo todo. Pero, simultáneamente, me provoca una cierta
melancolía continuar deseando a ver si
uno de estos días se aprende a montar un proyecto sin tener que dar tantos rodeos. Porque, al fin y al cabo, épicas
literarias aparte, toda esta historia tan
sólo me importa porque es mi equipo.
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