"El Atleti del Cholo me hace soñar. Es David contra Goliat.(...)
Sería bonita una final con dos equipos españoles y claro que quiero que el Real Madrid pase a la final. Zidane me encanta como entrenador y el Madrid es un equipazo. Tendría el corazón dividido, pero si hay que elegir entre David y Goliat, voy con David."
Pablo Iglesias Turrión
La izquierda en España posee una serie de carencias y tics, en buena parte heredados de su posición históricamente marginal, que contribuyen a perpetuar su frustrante condición de outsider. Por encima de todos destacan dos lastres principales: su desdén elitista hacia los gustos de masas y el aprecio por la protesta antisistema como modus operandi habitual, en vez de como opción racionalmente coyuntural. Tales características impregnan su carácter, y suelen determinar sus estrategias y discursos a todos los niveles. Incluido, cómo no, el cultural. Saberse moralmente superior y ser antiestablishment da para lo que da en la práctica, pero otorga un relato precioso como premio de consolación. La tendencia de la izquierda al gueto autosatisfecho supone una evidencia, y las consecuencias a la vista han estado durante lustros.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, una corriente impugnatoria se abre paso en el seno de la izquierda española. Tratando de acomodar los principios a amplias mayorías, sin complejos ante la institucionalización. Implica una posición rupturista con el cómodo (e inane) refugio anterior, aunque aún queden resabios. A la nueva apuesta la contemplan 71 diputados en el Congreso, éxito sin precedentes en la joven democracia constitucional. Su responsable intelectual es un joven treintañero llamado Íñigo Errejón. Doctor en Ciencias Políticas, director de las sucesivas campañas electorales. Casualmente, madridista.
La izquierda y el Real Madrid tienen más en común de lo que se pueda pensar en principio. La ferocidad que despiertan entre los adversarios, por ejemplo. O que, pese a los esfuerzos de sus simpatizantes, la batalla del relato la tengan perdida frente a sendos tópicos. Esto último supone un problema para muchos, que valoran su identidad como el mayor de los tesoros. El corazón de los izquierdistas tradicionales tiende, decíamos, a la melancolía como guarida. Existe algo de masturbatorio en las loas que recibe el Atlético de Madrid, equipo con el que Iglesias dice sentirse más identificado. Un insano refocilo en la derrota. Qué manera de palmar. Hay belleza en la estética del perdedor, sin duda, pero Errejón y yo queremos ganar. La poesía no está reñida con el pragmatismo, se trata de un falso dilema, aunque si hay que elegir... Por supuesto, el marcador en política se interpreta con los datos. Veinte puntos de gasto social aumentó el PSOE de los ochenta, como las veinte copas de Europa que posee el Madrid entre ambas secciones.
No es una opción sencilla, no sólo por renunciar a la red de autocomplacencia lírica. Tanto la izquierda como el Madrid deben vencer con una amplia diferencia sobre el rival para legitimarse. En el Bernabéu, cualquier resultado menor de un 3-0 acarrea el inexorable análisis de cada jugada, y la sempiterna cantinela de que como el árbitro se equivocó en un saque de banda el triunfo debe ponerse bajo sospecha. Qué decir de las reacciones que se producen cuando a la izquierda le da por subir los impuestos o quitar un crucifijo del aula. La gestión ha de ser impoluta, incontestable, para acallar los gritos de los antis.
Por último, las compañías. Ser del Madrid, como pertenecer a cualquier proyecto mayoritario, conlleva compartir elástica con una legión de personajes impresentables. Del mismo modo que constituirse como primera o segunda fuerza del Congreso no puede hacerse únicamente con los votos de los apologetas de las esencias (quienes, por otro lado, y para más inri, luego casi nunca votan). Álvaro Ojeda y Willy Toledo son un mal necesario.
Es probable que sea una exageración atribuir exclusivamente al madridismo de Errejón la inyección vitamínica que sus tesis y estrategias ofrecieron a la izquierda española. Pero no está de más recordar a los amantes de las metáforas, ahora que los sectores más puristas (sentimentalmente puristas) afilan sus cuchillos, que la victoria que los rojos, durante tanto tiempo, soñaron inalcanzable, comenzó, por azares del destino, el 25 de mayo de 2014. Escasas horas después de que el Madrid alzara la Décima.
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