miércoles, 18 de noviembre de 2015

Desagradecidos

"Mendigo como soy, también soy pobre en agradecimiento"
William Shakespeare

Es curioso comprobar cómo las personas más lúcidas suelen ser las más agradecidas. Acaso por haber asumido auténticamente, y no sólo de boquilla, el carácter áspero de la vida, son las más resueltas a valorar un gesto desprendido. Al fin y al cabo, son las bocas distintas al asno las que aprecian la miel.

La ingratitud es más propia de espíritus míseros, apaleados o caprichosos, que encuentran su refugio en la autocompasión. Si, por alguna circunstancia, reciben la comprensión, el consejo, o incluso el afecto de gente más elevada, acaban atesorando un secreto orgullo que blinda su supuesto merecimiento de tan altruistas atenciones. La costumbre se hace norma, y la norma, ley. Henchidos y mezquinos, a partir de entonces exigirán "lo que les corresponde", autonombrándose acreedores de la espontánea generosidad en un espectáculo tan patético como habitual.

Corolario: sólo hay que darle pan a quien tenga dientes. 

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