Many lefties are so stupid. Si hubiera de resumir en un titular la entrevista del viernes pasado de Slavoj Zizek en la facultad de Filosofía y Letras, no encontraría otro mejor. En un ambiente a priori ya entregado, el filósofo esloveno fue desmontando una gran cantidad de tópicos izquierdistas, con la tranquilidad del que se sabe con pedigrí suficiente para superar la cejas alzadas de la pureza. Comenzó con un resumen de su trayectoria vital en un país socialista, explicando los motivos por los que un comunista confeso se presentó a una elecciones en un partido liberal. Preguntado por sus apoyos a Tsipras, dio una lección de lucidez defendiendo la gestión pragmática en la limitación del entorno por encima de los ideales. El mayor puñal lo reservó para los movimientos localistas antiglobalización, explicando que la hipotética alternativa al capitalismo (aún por construir) no puede renunciar al carácter universalista si quiere conseguir mejores resultados que los de Pirro de Epiro.
Decía Ortega que la claridad es una cortesía por parte del filósofo, y en ese aspecto Zizek hizo gala de una educación de colegio de pago, más allá de sus habituales chanzas obscenas y políticamente incorrectas (aunque, después de haber sido capaz de transgredir la corrección política de ese blindado catecismo que es la izquierda de la izquierda, las bromas sobre sexo se antojan anecdóticas). Por supuesto, también recurrió a su dosis correspondiente de lugares comunes, si bien matizados por su halo irreverente. Es un personaje con dotes de histrión, pero, observando sus análogos españoles, sólo puedo sentir envidia.
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