miércoles, 27 de febrero de 2019

Qué puedo hacer (15)

SÁBADO
Contemplar desde lejos la explosión y posterior derrumbamiento de una estructura de mentiras resulta un espectáculo fascinante y desolador. Por otro lado, hay algo en la capacidad de engañar de ciertas personas que me sigue perturbando. Puedo comprender, y hasta compartir en algún caso -que Dios me perdone-, la fabulación. Pero el afán manipulador se trata de la línea roja que marca el límite donde comienza lo deplorable.

LUNES 
Semana sin guardias, qué placer. La frase de Bergamín: "Lo que inventan los hombres para no trabajar son las artes buenas: las artes poéticas. La pereza es la salvaguardia y garantía de todas las cosas espirituales. Lo que inventan los hombres para trabajar son las malas artes: las artes y oficios del Diablo".

Ya tengo epitafio para cuando coja el petate y marche de Logroño.

JUEVES
Día de los enamorados. El arte de amar, de Fromm, combina reflexiones agudísimas con generalidades y deducciones que resultarían pacatas hasta para Juan Manuel de Prada. Aunque hay dos ideas que me llevaré del libro, desde luego. La primera, la propia concepción del amor como un arte, es decir, una disciplina cuyo ejercicio ha de aprenderse desde el ensayo, la práctica y el error. No nacemos sabiendo amar, por más que un cruce de miradas entre, pongamos, Hugh Grant y Julia Roberts nos convenza de la sencillez de lo indeliberado. 

La segunda, más que una idea, consiste en la integración de su teoría del amor en mis elucubraciones previas. Fromm habla de un componente instintivo en el amor (correspondiente al ámbito sexual), un componente social (el estatus que te aporta una pareja concreta) y un componente individual y por tanto intransferible (determinado por los rasgos del carácter y nuestras carencias: la vulnerabilidad o el narcisismo conllevan una querencia por la protección o el halago, por ejemplo; también hay personalidades que buscan paliar en el amor una profunda necesidad de sentido). En mi vieja teoría de siempre, el atractivo entraría en el cajón del instinto, la afinidad se hallaría repartida entre el componente social y el individual, y la fascinación supondría el -ficticio, ay- alivio en la búsqueda de sentido vital. 

Por si fuera poco, el amor al vulnerable como reflejo de la vulnerabilidad propia ya me sirvió en su momento para pegarle un palo a Nietzsche con su propia cachiporra argumental individualista, hábito por cierto bastante saludable. Fromm coincide, y cierro complacido el libro porque, al fin y al cabo, todos amamos que nos den la razón.

DOMINGO
Mi arrogancia para con Nietzsche desaparece al tener que pedirle prestada una frase de consuelo tras las dolorosísimas derrotas del Madrid de fútbol y baloncesto, con escasas horas de diferencia. No hay sentencia que resuma mejor el madridismo, afición libre de imprecaciones románticas: "No queríamos significar nada, representar nada, queríamos carecer de porvenir (…). Lo único que queríamos era no ser útiles para nada, cómodamente tendidos en el umbral del presente". Como consecuencia, no tenemos un relato balsámico pseudomoral que nos suavice los desastres en la dura hora del fracaso. Vivimos condenados a la perenne disyuntiva entre puerta grande o enfermería que, al menos, nos otorga una ilusión de juventud eterna.  

LUNES
Guardia en Nájera sin G., lo que la convierte inevitablemente en menos interesante, aunque haya niños saltando por los balcones. 

MARTES
Continúa la resaca de la encerrona de Risto a Arcadi el domingo. No tendrá cosas criticables Espada como para que el escrache le venga por una defensa del aborto terapéutico. Personalmente tengo mis dudas acerca de su entusiasmo eugenésico tantas veces manifestado, y desde luego mi posición a favor del aborto de los fetos Down tiene que ver con el coste moral, nunca con el económico. Pero claro, si enfrente están los que dicen que "ser ciego es simplemente una forma distinta de estar en el mundo", pues no hay color. 

Capítulo aparte merece ese colaborador del programa de Risto, presunto defensor de la dignidad de los discapacitados, que hace chanza con la posibilidad de que Arcadi sea tan tonto que se cague encima. Paradójica prueba de que la supuesta preocupación por la discapacidad constituye una mera coartada. Por supuesto, falsa.   

VIERNES
Conversación con I. acerca de la falta de certezas en la vida y de la cantidad de cosas que escapan a nuestro control. No estoy seguro de haberla confortado, más bien lo contrario. Pero no todo iba a ser imitaciones de Apu.

SÁBADO
Escucho con agrado la tertulia de la Cultureta sobre el libro póstumo de Oliver Sacks, El río de la conciencia. La tesis del neurólogo afirma que la memoria es mucho más mentirosa de lo que queremos admitir. Lo que recordamos no resulta fiable, pues mezclamos no sólo realidad y ficción, sino hasta recuerdos de otras personas (aquí hecho en falta una referencia a José Mota: "yo no estaba pero me acuerdo").

Una de las principales razones por las que escribo este dietario es para dejar testimonio cuando los hechos aún están frescos, limpios del polvo mnésico, para, posteriormente, poder analizarlos bien. Y, de paso (o más bien principalmente, a qué engañarnos), analizarme a mí y mi relación con ellos.

DOMINGO
Cuadragésimo primera guardia en Urgencias. El infierno como medida temporal y punto de referencia.   

jueves, 7 de febrero de 2019

Qué puedo hacer (14)

LUNES
Siglos después, vuelvo a coincidir con G. en Nájera. Esta vez el impresionado es él cuando me ve con La gran transformación de Polanyi, título que apunta para comprar y leer cuando tenga tiempo, lo que supone el halago más grande que un residente ha conseguido en la historia de la formación MIR en la Rioja. Hablamos de temas ligeros, desde el deporte a la literatura, y la tarde transcurre amenísima. Un rapto de emoción me invade cuando deja caer que conoció personalmente a Javier Egea y que formó parte del jurado del Bretón que premió a Jabois por Manu. En ese momento mi entusiasmo vence a mi timidez y le digo que yo también escribo, rebajando la inevitable carga de vanidad de la confesión con un deje irónico: "En mi caso, escribir resulta un exceso". Él no me responde, asiente lacónico. Mucho callo en el mundo de la impostura literaria como para tomar en serio las nimiedades de un cualquiera, aventuro. Entonces me avergüenzo, y cambio de tema. 

Esa noche decido que voy a volver a presentarme a certámenes.

JUEVES
Veinte años de la maqueta de Estopa. En realidad llegó a mí un tiempo después, lo que no mancha un ápice su carácter de hito generacional. Como con todos los hitos generacionales, uno toma conciencia mucho más tarde. El Real Madrid, los tebeos de Spiderman, la maqueta de Estopa, mis tardes en casa de R. Una educación sentimental que haría estremecerse de envidia a Flaubert.

DOMINGO
Día de suplementos dominicales y de relectura de los artículos preferidos que he ido recopilando. Esta costumbre mía tiene algo de regurgitación insana, de placer culpable. Una especie de zona de confort demasiado estirada (sólo en el terreno literario me insto a cumplir de vez en cuando la cursi y tramposa recomendación de salir de la zona de confort; mal rayo parta a quien pretenda promoverla para cualquier otro orden de la vida).

Todos estos ridículos remordimientos se me pasan con una nueva carcajada al releer la anécdota de Luis Miguel Dominguín contada mil veces por el difunto Blázquez: aquella señora escandalizada que gritó en la Gran Vía al torero que cómo se atrevía a llevar de la mano a un niño fumando un puro. El niño resultó ser su enano de la suerte, don Marcelino, vestido con pantalón corto, media alta y zapato Gorila: "Señora, que tengo 55 años y soy bibliotecario por oposición"

LUNES
Mi guardia de Otorrino me ofrece una larga conversación de cine con L. y un nuevo visionado de Las ventajas de ser un marginado. Nada mal para un lunes. Aceptamos las guardias que creemos merecer. 

JUEVES
Celebro mi exitoso fin de rotación en ORL con un viaje exprés a Vitoria para ver el Baskonia-Maccabi. El partido es un trámite, sin el Madrid de por medio y con 20 puntos de ventaja para los vascos, desconecto en cuanto se me acaban las iniquidades verbales contra el técnico de los israelíes para disfrutar por radio del show de Benzemá en Girona. Hay que descansar, pues se avecina un fin de semana intenso.

SÁBADO
Dos salidas seguidas que mi hígado acusa y mi ánimo agradece. Tres trazos rápidos, como si fuese impresionista: una paella a la vasca en casa de I., un karaoke y una conversación inesperadamente íntima con C. El inventario de esta semana ha quedado demasiado cargado para perderme en detalles puntillistas. De repente, me percato de que mi vida social en Logroño hace tiempo que limpió las telarañas para convertirse en un trajín en el que no puedo atender a todos los que solicitan mi presencia. Resulta increíble comprobar cómo se repiten los patrones de mis relaciones sociales allá donde voy. El auténtico animal social savateriano.

DOMINGO
Me desayuno con la polémica anual de los Goya, esta vez a cuento de la versión de Rosalía de la canción Me quedo contigo de Los Chunguitos. Huyo del soporífero debate sobre la apropiación cultural para centrarme en la letra del tema, que incluye la declaración de amor más poderosa y brutal que yo, patética pretensión de intelectual, podría dedicarle a una mujer: "Si me dan a elegir entre tú y mis ideas / Que yo sin ellas, soy un hombre perdido / Ay, amor. Me quedo contigo". Escoger a alguien antes que a mis ideas, se dice pronto.

MARTES
Persiguiendo a Amy en casa de H. Lo de repetir patrones de conducta está pasando de castaño oscuro.

JUEVES
Acabo Laëtitia o el fin de los hombres. Sensaciones encontradas, que diría un comentarista de televisión. La reconstrucción de un crimen desde múltiples puntos de vista es una empresa ambiciosísima de la que Jablonka sale bastante airoso, con matices. Cuando uno se embarca en esta aventura sin renunciar a los usos y maneras del reportaje, existe la posibilidad de que incurra en un indebido manoseo de la víctima. Las reflexiones sobre los posibles porqués son muy interesantes, pero se corre el riesgo de atribuir sentidos ficticios a los fríos hechos para que encajen en un relato. Jablonka (por una buena causa, no digo que no) cruza en diversas ocasiones la línea roja: "Laëtitia murió como una mujer libre; Jessica vive como una mujer libre". 

Hay algo que me incomoda: en un libro de reconstrucción factual, lo único honesto en relación a los porqués pertenece al ámbito de las conjeturas. Soy consciente de que sólo las certezas aplacan (y venden). Pero entonces deja de ser un libro sobre Laëtitia y Jessica para ser un libro de Jablonka acercándose a la historia de Laëtitia y Jessica. No pasa nada, ese vínculo produce obras magníficas, como el que unió a Carrère y Romand. Se trata de "apoderarse del suceso para domar las fuerzas terribles que allí se ponen en funcionamiento". Bien está, siempre que se asuma esta condición: cada cosa en su lugar. A fin de cuentas, puede que sólo sea un buen libro si se analiza desde algunos parámetros, pero sin duda es un libro necesario. Y, añado, bastante estimulante.