lunes, 29 de octubre de 2018

J 10. Barcelona 5 - Real Madrid 1

"Brasil elige presidente al ultra Bolsonaro por amplia mayoría"
"El Barça fulmina al Real Madrid y sentencia a Lopetegui"
EL PAÍS


El Madrid salió del Camp Nou recordando a la tenebrosa primera mitad de los noventa, con un estadio enfervorecido jaleando una goleada tan exagerada como inapelable, unos jugadores impotentes y un entrenador que adquirió en sus estertores los aires de sepulturero que llevaba jornadas tratando de evitar. Ni rastro del marvelómano conjunto que ha tiranizado Europa en el último lustro, como si, huidos Zidane y Cristiano, el tapón de la bañera hubiese saltado por los aires llevándose la gloria por el sumidero.

El equipo empezó el encuentro paralizado por el terror, rubricado en la alineación con la inclusión de un Nacho que de tan multiusos defensivo ha devenido en un Arbeloa sin twitter. El pánico ni siquiera sirvió para guarecer la autopista de la banda derecha, por la que transitó el amotillo de Jordi Alba (conociendo al interfecto, sin duda se trataba de una vespino robada) tanto como quiso, que fue hasta que el partido iba ya 2-0. Bale, quieto en su pedestal de indolencia, señalaba con el dedo las carreras del lateral culé mientras éste lo dejaba atrás. El que avisa no es traidor, qué quieren ustedes que haga el muchacho. Pero si la solidaridad de los atacantes madridistas brillaba por su ausencia, el paupérrimo desempeño de los defensas blancos, con Varane y Casemiro a la cabeza, no tenía autoridad moral para reprochar nada a nadie. El FCB, sin esfuerzo, barrió a su rival en la primera mitad con toda justicia.

La reanudación tras el descanso nos dejó una disposición antitética. Bastó sacar a Nacho del lateral por un voluntarioso Lucas para que el Madrid, ahora sí bien colocado en el campo, dominase al Barcelona a partir de la presión alta. Un gol de Marcelo, un tiro al poste de Modric, un cabezazo de Benzema en área pequeña, un penalti no pitado sobre Isco y otro puñado de ocasiones falladas en el último momento demostraron de manera cruel que, sin Messi, el equipo azulgrana (y sobre todo, su pareja de centrales) es tremendamente vulnerable. Valverde echaba el cerrojo amontonando defensas, confiando en aprovechar con velocidad los riesgos que el Madrid dejaba a su espalda. La fiereza de un motivado Suárez (para rematar y para dejar los tacos en la tibia de Nacho, "sigan, sigan" dijo el árbitro) colocó la puntilla, y afortunadamente el tercer gol llegó ya muy tardíamente: de otra manera en lugar de cinco habrían caído ocho. El conjunto blanco había agachado la cabeza y Lopetegui tenía la suya en un cesto.

El senado tiene su veredicto, el pulgar ha girado hacia el suelo y la República romana ya está buscando a su Lucio Cornelio Sila periódico que enderece el rumbo: un italiano dispuesto a servir disciplinadas lentejas de uno a cero en el largo invierno madridista que se ha de extender hasta febrero. No es el plan que más me apasiona. Pero mi apuesta por la Catorcésima permanece inalterable, y no se debe a la inquebrantable y arrogante fe en la victoria que los antis reprochan al pueblo madridista, sino más bien a la convicción racional de que, viendo la vulgaridad de los rivales, con un fichaje por línea (estén o no estos ya en la plantilla), el viejo Madrid se presentará a su continua cita con la historia con tantas posibilidades como siempre.

martes, 23 de octubre de 2018

Qué puedo hacer (11)

MIÉRCOLES
Cine en casa de M. Cada vez que veo Una historia del Bronx, aun con sus clichés y su aire naive, no puedo evitar sonreír en los mismos fragmentos. La unión paternofilial descrita en la historia me resulta un alegato emotivo de los rasgos más apreciables de aquello que se ha convenido en llamar masculinidad. La regañina de DeNiro a su hijo ("¡el obrero es el auténtico tipo duro, tu padre es el tipo duro!") es profundamente sentimental, patética en la etimología más precisa del adjetivo. La clase de discurso conmovedora a la hora de relatar las insuficiencias de una vida y despreciable a la hora de sustentar una ideología.

La película ilustra también, cómo no, las profundas miserias de la condición del varón, aunque de un modo distinto, menos posmoderno, que mi preferida en ese papel, Chasing Amy. El intervalo que va de James Brown (This is a men's world) a Ben Affleck. En cualquier caso, tiene su gracia comprobar en la semana previa a mi cumpleaños que, a sus veinticinco tacos, el film ha envejecido bastante mejor que yo.

DOMINGO
Termino La conjura contra América, de Phillip Roth. Ha merecido la pena todo el esfuerzo invertido en no saltarme las inacabables páginas describiendo la vida familiar judía y las reflexiones y miedos infantiles del crío protagonista, tediosamente creíbles. Roth realiza una presentación y un desarrollo de los personajes tan lento y monótono como necesario, y en el tramo final se desencadena la acción que rasga la tiniebla de horror cuidadosamente tejida. El encaje es perfecto, funcionando de manera magnífica, pues me deja un estupendo sabor frente a la amargada letanía de los dos tercios iniciales del libro. Si finalmente Murakami recibe el Nobel que se les negó entre otros a Roth y a Borges, el chiste se habrá contado solo.

JUEVES
Paso las primeras horas de mi cumpleaños en Urgencias, silbando canciones cubanas revolucionarias entre paciente y paciente.

No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré otra vez en el vicio de las metáforas estúpidas. No caeré...

VIERNES
Durante el viaje en coche a Granada siento que la fiesta que ayer me preparó P. (con la colaboración inestimable de C.) incide en mi idea de que tengo amigos que no merezco. Aunque, en palabras de Di Stefano, lo que no merezco también lo trinco. 

Aprovechamos y charlamos sobre las lecturas que está haciendo. En un momento dado, P. cita a Henry Ford y a Adam Smith a cuenta de la cadena de montaje, y entonces recuerdo mi antiguo optimismo positivista en los avances del progreso, cuando me informaba (¡devoraba!) a menudo acerca de este tipo de historias. Desde que estoy en La Rioja he abandonado cualquier traza de contenido al respecto en los libros que me compro. Mi actual rutina médica a lo Andrés Hurtado jamás me hubiese permitido acompañar a Mark Stevenson en su viaje optimista por el futuro, como hice en el lejano 2012. Como si la ciudad de provincias te impregnase de una atmósfera que sirviera de perenne recordatorio de que te hallas lejos de donde ocurre lo grande de la vida. Si bien es cierto que esas inconcreciones grandiosas que te hacen sublimar el género humano no dejan de ser abstracciones a veces un tanto tramposas, de puro inconcretas. Logroño no cabe duda de que es más real. Sí. Como los gatillazos o el abono orgánico.

LUNES
C. me lanza una pulla por WhatsApp a cuenta de la supuestamente oculta motivación que esconden mis abundantes viajes a Granada. Me hace reír. C. se trata de la primera persona de Logroño que conoce la existencia de este dietario. Que ella no sea ni internista ni neumóloga, sino casual y justamente psiquiatra, constituye la enésima ironía que tapiza la broma con patas en que consiste mi vida aquí. Chanzas aparte, existe un peligro derivado de esta circunstancia: el narcisismo que inevitablemente salpica al que escribe de sí sabiendo que va a ser leído. Al fin y al cabo, decía Josep Pla que la vanidad del corazón es lo único que nos hace insoportable la soledad.

La amenaza del público tiene otro reverso desagradable. Ahora mismo escribiría un párrafo acerca de lo genial que me cae C., pero se me antoja imposible explicar lo estimable que encuentro su amistad sin que parezca que quiero arrancar el aplauso fácil a base de cumplidos. La vergüenza gripa los motores no especialmente repletos de la gasolina del talento.

MIÉRCOLES
Jabois vuelve a escribir un artículo de los que yo llamo paradójicos. Esos en los que por un lado mi identificación con él resulta plena y, al mismo tiempo, su maestría literaria me arroja a eones de distancia. Siempre tan cerca y tan lejos.

JUEVES
Paso la tarde conversando con M. y recibo por correo un regalo de A. Dos chicas excepcionales, a las que la cualidad que mejor las distingue es la bondad sin fisuras. En muchas ocasiones se evita adjudicar este adjetivo a alguien porque, en un mundo donde los cabrones y los cínicos tienen tan buena prensa, parece llevar aparejado una connotación de, si no simpleza, al menos ingenuidad. Ambas desmienten semejante prejuicio. En el caso de A., por cierto, poca gente se merece tanto la felicidad de la que creo que verdaderamente goza. Oír su risa (y espero que pronto la de su hija en algún audio) constituye uno de los mayores contrapesos que conozco frente a las infinitas injusticias de la tierra.

SÁBADO
¿De verdad estoy de nuevo de guardia?

DOMINGO
Arcadi vuelve a sacar otro conejo de la chistera en forma de excepcional texto sobre James Randi, el escéptico dedicado a desentrañar engaños y estafas anticientíficas que acabó cayendo en la mentira al Estado para proteger a su pareja sin papeles de una segura deportación del país. Se pregunta Arcadi, provocador como suele, hasta qué punto tiene mayor justificación un fraude por amor que un fraude por dinero. 

Sobre los fraudes de amor, me percato de que aquí no escribo nunca de mi vida sentimental, más allá de reflexiones, inconcreciones y abstracciones, y lo único auténticamente concreto son referencias a mi pasado. En puridad, cualquiera que observe que evito hablar del tema de manera explícita podría concluir que no hay nada actual que llevarse a la boca. En lo tendente al amor es probable. Relativo al sexo, confieso que no tanto. Si caigo en la vulgaridad de efectuar esta aclaración impertinentemente íntima es porque, quizá de tanto leer a Arcadi, aun apreciando muchísimo la elegancia, soy incapaz de prescindir de la verdad. Justo como me pasa con el amor y con el sexo. De modo que el hipócrita lector (mon semblable, mon frère!) que desee identificar sus eróticas ausencias con mis silencios ha de saber, y ya lo siento, honestamente lo que hay. A veces la coherencia es un inoportuno torpedo contra el desgarro de lo poético. Pero yo, ni soy poeta, ni soy James Randi.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Qué puedo hacer (10)

LUNES
Cuando todos los días se parecen entre sí, rellenar un párrafo requiere un esfuerzo hercúleo. Josep Pla fue capaz de conmover relatando la anodina cotidianeidad en su Quadern gris, si bien es cierto que mintió al catalogarlo de obra de juventud, pues probablemente estuvo años adornándolo. Si un genio como Pla necesitó trampas para embellecer su rutina, en mi caso la empresa resulta ridícula. No obstante, un compromiso tiene consecuencias. Joseph Conrad dijo en "Bajo la mirada de Occidente" que en la vida no hay elección: o pudrirse, o quemarse. En la escritura tampoco.

Para la próxima vez que lo cite, estaría bien haber leído algo de Conrad.

MARTES
Veo con L. una película sobre el Iraq del primer año de la Segunda Guerra del Golfo. Deplorable, no ofrece el más mínimo interés, a pesar de todo mi empeño. Comparo con mi plan del día anterior, en el que me había puesto por enésima vez la predecible y ñoña Cuando Harry encontró a Sally, y me reafirmo en el convencimiento de que la única hegemonía norteamericana que sería capaz de defender ante un tribunal (o en el despacho de la Complutense del profesor Pablo Iglesias) es la cultural. Y lo haría con verdadero fervor.

MIÉRCOLES
Parada en Madrid en el oasis de P., que me acoge con más afecto del que merezco y con una crema de calabacín fabulosa. Charlamos brevemente sobre mis sentimientos, y, aunque parece muy cansada, no pone ninguna pega a que me afane en ver el naufragio blanco del Sánchez Pizjuán en su televisor. El sopapo deportivo no me viene mal, porque me aleja de la melancolía que inunda al paleto de provincias, enamorado tan patéticamente de la capital hasta el punto de describir Puente de Vallecas como Macondo.

VIERNES
Durante dos días hago ruta por lo mejor de Granada a A. y a su novio, que quedan encantados. El Huerto del Loro y la sombra del Flashback resultan demasiado para mí, que vuelvo a casa hecho polvo. Como dijo el gallego (quien piense en Valle Inclán o Camba, que abandone de inmediato esta página), crecer es siempre una traición. 

SÁBADO
Me obligo a una jornada amistosa y familiar como intento de desintoxicación de los excesos añorantes que denostaba Kundera. El método homeopático funciona, sorprendentemente, y acabo en el bar, con mi padre, viendo el derby como en los viejos tiempos. Entonces ocurre algo inesperado.

En un partido aburridísimo, desesperante como todo el mes de septiembre de mi equipo, un jugador andaluz sale al campo y, con una serie de conducciones y amagos, me saca del letargo. Pero lo hace de un modo desproporcionado, emocionantísimo. El trote y la planta de Ceballos me ensimisman, y juro por mi vida que en mis oídos está sonando "Como el agua" de Camarón después de cada regate. Mas no es lo peor. Al fin y al cabo, tampoco debiera suponer tanto impacto que un stendhalazo aislado rompa mi tendencia a contemplar las malas jornadas de liga de un modo funcionarial, como esos viejos del tendido del siete de Las Ventas que resoplan a cada pase de un novato porque qué me vas a contar, muchacho. Pero Camarón, y justamente "Como el agua", me trasladan a una escena muy concreta de mi pasado. A una casucha de mala muerte en la frontera entre el Albaicín y el Sacromonte, en la que un juego de miradas con, dele usted maestro, esa canción de fondo, anticipaba lo que un mes después se confirmaría como uno de los puntos de inflexión de mi existencia. A uno de esos escasos momentos de pura autenticidad, donde hasta la forma más refinada no excluye un aura de primitivismo.

Que el fútbol haya logrado, vector musical gitano mediante, una agitación solo comparable al amor puede sonar a boutade y desde luego constituye una extravagancia que sonrojaría hasta a los Panero. Sobre todo en alguien como yo, tachado de impenitente escéptico por la mayoría de mis amigos, quienes me atribuyen una desmesurada actitud racional, fríamente analítica, al hablar de arte. O lo que es lo mismo, una carencia patológica de esteticismo: "A ti no te gusta nada". Aunque esto, en realidad, se trata de una leyenda absurda e injustificada. Precisamente somos los más desapegados los que respetamos la contemplación de la belleza como merece, no los que se emocionan ante una ficticia pose de desgarrado o con un poema de Elvira Sastre, y perdón por la redundancia.

Al final de los noventa el marcador ilumina un cero a cero. La frustración del resultado no consigue hacerme volver del todo en mí. Algo tremendamente esclarecedor.

DOMINGO
Sentado junto a un adjunto en el autobús de vuelta, el convencionalismo cortés me obliga a repetir la cantinela construida de razones, tan falsas como convincentes, para explicar por qué escogí Medicina del Trabajo. En cuanto puedo, me sumerjo en "La conjura contra América" como refugio seguro, cálido y acogedor. Teniendo en cuenta que el libro fabula una distopía en la que en los años cuarenta llega a la Casa Blanca un aliado de Hitler, poco hay más que añadir. 

MARTES
El Madrid hace el ridículo en Moscú. Ceballos no rasca bola. Bienvenido de vuelta a Logroño.