lunes, 5 de marzo de 2018

Alta Fidelidad

Leyendo Fiebre en las gradas he tenido momentos de auténtica identificación emotiva. La sentimentalidad no supone algo sorprendente, claro. Mi espíritu es muy dado a la nostalgia, y no puedo evitar que los escritores que, como Hornby, cultivan los referentes de la masculinidad tardoadolescente, aunque sea de una manera gruesa (a granel, sin sutilezas), alcancen a pulsar la fibra de mis contradicciones y pequeñas miserias entrañables. Poco sugerente, supongo. Ni siquiera llega a existencialismo barato. Pero es lo que hay.

Todo esto es culpa de la gente...