viernes, 15 de abril de 2016

Sorteo de la Liga de Campeones

ATLÉTICO DE MADRID - BAYERN MÚNICH

La eliminatoria soñada. Dejando de lado las referencias históricas y las venganzas, el partido posee un componente simbólico extraordinario. Los más superficiales se quedarán con el enfrentamiento entre el fuerte y el débil (muy matizable, por cierto), Alemania contra la Europa del sur, etcétera. Absoluto bullshit. Lo verdaderamente interesante es el enfrentamiento entre dos estilos antagónicos, que además han construido un relato que los sustenta y justifica. El Bayern ofrece a Guardiola y su orfebrería barroca, el mayor predicador del absolutismo en el viejo continente desde Luis XIV ("Le football, c'est moi"), cuyas enseñanzas, pese a todo, no han terminado de encajar en la arrogante Baviera (pleonasmo). Al otro lado, el equipo del pueblo, en el sentido más preciso (¿peyorativo?) del término. El sudor como antídoto a la brillantez, la negación de cualquier forma de aristocracia, encarnada en el consabido lema martilleador: "Si se quiere y se trabaja, se puede". Una franquicia peronista, arrebatadora, sensacional en tanto que alude más a la emoción que a la técnica. Fea como un camión subiendo una cuesta, pero igual de eficaz.


MANCHESTER CITY - REAL MADRID

Si el anterior emparejamiento constituye la lucha entre dos cosmovisiones antitéticas, éste es un duelo de semejanzas. El histórico campeón de la competición y el bisoño aspirante, ambos con una trayectoria errática y sin ningún proyecto ni discurso que los ampare. Al contemplar esta igualdad, es conveniente evitar la inercia del pasado para otorgar favoritismos. Diez Copas de Europa son muchos kilos de plata pura, pero el Manchester City juega con todas las leyes no escritas del fútbol a su favor: ex entrenador despechado, delantero que pudo vestir la blanca, mediocampistas rudos y casi anónimos. El Madrid es grande por avasallamiento y por porte, mas sus costuras son frágiles. Hace demasiado tiempo que el equipo blanco desdeña las ligas con un mohín, aburrido, y sólo halla estímulo en los viajes internacionales. Cada año, los aficionados, resignados, mentamos a Raffaella Carrá ("Caramba, carambita Carambirul, caramba, carambita Carambirulá; cariño de verano no me gusta a mí, cariño de verano no es ni fú ni fá"), pero éste es el Madrid del siglo XXI. Sus ojos dos luceros, su boca un melocotón. Intenso sólo a ratos, incapaz de imponerse una rutina. Puro amor de verano. 

Y aún hay gente que minusvalora y desconfía de la idea de Europa. 

martes, 12 de abril de 2016

La vergüenza es siempre ajena

Dice Susana Díaz, interrogada sobre la cuestión de los refugiados sirios, que no se siente representada por esta Europa. Sin que le tiemble el pulso, inflexible. ¡Gallarda Susana! Es de esperar, entonces, que esta determinación la acompañe para actuar en consecuencia cuando llegue la pedestre hora de la recepción de las ayudas económicas, cifrada en 336.000 millones de euros entre 2014-2020, y que otorga prioridad a regiones como Andalucía, por debajo de los niveles de desarrollo deseados. Nobleza obliga.

Existen grandes diferencias entre una crítica constructiva y un lamento esteticista. La principal es la posición en la que se sitúa a sí mismo el emisor. Efectivamente, el acuerdo alcanzado por la UE para la resolución del tema (idéntico discurso empleó Aznar para unas devoluciones en caliente de 103 inmigrantes irregulares: "Teníamos un problema y lo hemos solucionado") es una vergüenza. Pero lo es, fundamentalmente, para aquellos que sí se sienten representados por Europa, es decir, para quienes asumen como algo propio las decisiones de la Unión. Para los que entienden que la identificación con el proyecto europeo implica no sólo compartir la etiqueta resultona de la promoción de principios progresistas, sino también aceptar la responsabilidad cuando, por cobardía o por desinterés, estos se vean traicionados.

El mecanismo de encajar los desacuerdos en lo ajeno es tentador. El "no nos representan" posee dos virtudes de brocha gorda: la liberación del compromiso fáctico concreto a través de la inexistencia de rendición de cuentas, y el mantenimiento de la superioridad moral. Y evita cuestionar, verbigracia, si el encomiable trabajo iniciado por la Junta podía haber sido más ambicioso, o hasta qué punto el Partido Socialista, que apoya el gobierno de la Comisión Europea, ha presionado todo lo posible en favor de esos valores por cuya pérdida se golpea el pecho Susana. 

Por lo demás, la ausencia de vacuidad en el discurso resulta mucho más importante cuando uno acepta la categoría de antídoto contra el populismo con la que lo definen, de manera insólita, por unanimidad.