sábado, 17 de octubre de 2015

Paradoja de la felicidad

El problema de la felicidad, su paradoja, es que siempre está contextualizada. Es decir, uno toma conciencia de que es feliz con algo porque compara con situaciones de ausencia de ese algo y concluye que sale ganando. Siempre se es feliz respecto a otra cosa.
Esa naturaleza relativa (o comparativa) de la felicidad la convierte en vulnerable frente a un mecanismo humano llamado adaptación. Este mecanismo desespontaneizador, este agujero negro de cotidianeidad, destruye todos los puntos de referencia. De repente, la felicidad pierde su carácter especial, y por tanto, ve reducida su categoría, de manera absolutamente injusta. La felicidad no sabe caminar sin la muleta del subjetivismo.
Después de todo, quizá la lucidez tenga una conclusión optimista. La capacidad de valorar cada suceso por sí mismo, al peso, sin tener que comparar tentativamente con nuestra rutina, constituye probablemente la mejor forma de asegurar nuestro goce y prolongarlo indefinidamente. Aquel que logre combinar objetividad y felicidad, ése sí que bebe del cáliz de los dioses.

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